son las once de la noche y siento que debo escribir algo importante, algo vivo. pienso muchas veces en parar, detener todo cuanto sucede, y la única forma es morir... muchas veces lo he pensado, incluso imagino las formas... pero, la muerte viene cuando menos se le desea... así es la vida... pienso en todo cuanto ha sucedido y recuerdo tantas cosas banales, como un perro mordiendo el blanco brazo de una señora, mientras limpiaba la azotea de una casa. veo la sangre que chorrea, mientras me pide algodón... miro al perro y este no sabe qué sucedió, tan solo ha mordido, espero que no tenga rabia el perro... corro a buscar lo que me ha pedido la mujer y encuentro el algodón... se lo subo y la mujer me muestras seis perforaciones en su blanco brazo... ha parado de brotar la sangre de su brazo. me alegro por ella y por mí, pues, el perro es mío... le doy dinero para que se cure y esta sale de la casa en donde vivo, quejándose en silencio. temo que vuelva con la policía, que maten a mi perro, cuando este no ha hecho mas que morder... camino hacia él y este me mira preguntándose qué ha pasado, qué me preocupa, si todo sigue igual. me lame la cara mientras pienso en las diferentes formar de morir... no soy malo, eso sí lo sé, pero eso de llevar a mi perro a un camal, es algo inaudito... he viajado con el perro por más de una hora, a través de toda la ciudad. hemos visto a tanta gente sentada, caminando, corriendo, manejando, hablando, etc... hemos parado y con pena toco la puerta del matadero... sale un hombre muy grande, cubierto por una bolsa en la cara y con un delantal de cuero, manchado de sangre. mi perro tiembla, ha olido la muerte... ¿qué desea?, me pregunta el hombre... no sé qué decir... pero pienso en mi propia muerte. le pregunto si podría guiarme hacia la carretera de salida. me mira a los ojos y me tira la puerta en la cara... camino hacia mi auto, entramos. mi perro levanta la cola, la mueve, saca la lengua y me lame las manos, como sabiendo que todo sigue normal... llego a mi casa y meto al perro. no deseo entrar por unas horas, aunque ya es media noche... camino hasta llegar a una bodega. pido una botella de coca cola y unas galletas... pago y salgo a la calle a seguir caminando... camino y camino, sin detenerme. ha llegado el alborear y siento que tengo una razón para vivir... sí, la vida sigue siento muy hermosa, a pesar de todas mis desgracias y de toda mi ignorancia, porque tengo esperanza de que una mañana, todo se vuelva hermoso, así como cuando era niño... sí, no puedo dejar de vivir, eso es algo inevitable, hasta que me llegue ese momento en que todo termina, todo, todo...