Yo pienso como Roberta y siento que la vida, no tiene un punto final.
Que su esposo siempre la gritará, que su hijo la ignorará, sus hermanos y hermanas, dirán está enferma, pobre, què podemos hacer, y nada más; yo pienso en Roberta, cuando sube las escaleras y contamos hasta que se acaben las mismas, y despuès nos damos vueltas por el jardín, y vemos a los tres perros, que nos ladran fuerte, y ella me dice, que tiene miedo, que es mejor encontrarnos protegidas, que no es necesario más calor. Al poco rato, se olvida, de mi nombre, de quièn la trajo a pasear, de quièn le limpió el culo, de quièn la abrazo.
Yo pienso en Roberta y comparto todo mi dolor con ella en una lengua desconocida; le preparo el cariño que niega mi hermana, le preparo la tristeza en una cajita de desesperación, luego escucho, los sonidos con los que despierto por la mañana, los sueños aislados con los que destapo mi pensamiento, y no puedo negar que dentro de cada pizca de ilusión, fabrico mi propia esperanza.
Pienso en Roberta, y felizmente, en su cerebelo, el recuerdo de la amistad, permanece, porque al reencontrarnos, al menos, nos tratamos bien, nos presentamos bien y siempre reímos.
|