tenía las manos cortadas, las uñas ensangrentadas... estaba en la calle, solo, sin recordar nada. era de noche, estaba tirado en un rincón de un viejo callejón. miraba el cielo negro, los edificios pintados de sombras y sonidos brotando de las viejas ventanas... sabía que tenía que irme. me paré, pero no recordaba quién era. toqué mi cabeza y estaba, por suerte, completa. miré la salida del callejón y noté a un grupo de muchachos corriendo hacia mí. el instinto me dijo que corriera, que buscase refugio. corrí hasta llegar a la salida del callejón, cuando volteé a mirar a mis perseguidores, no vi a nadie, puras sombras. caminé y caminé hasta llegar a un bar. entré y pedí un vaso de cerveza. mientras bebía, el barman me hablaba como si me conociera. le pregunté cómo me llamaba. eres Luis, me dijo. Luis, Luis, Luis, repetía mi cabeza. gracias, le dije. salí del bar y me paré en frente de una joyería. el instinto, el instinto... cogí una piedra y rompí la luna que me separaba de las joyas. las cogí y corrí, corrí, sin saber hacia donde... llegué a una casa. me pareció familiar. me pregunté si fuera mi casa... toqué la puerta y esta se abrió sola. entré y vi a una señora mal vestida, planchando su ropa. yo seguí caminando hasta llegar a un cuarto. entré y vi una cama totalmente desordenada. me tumbé y quedé dormido... cuando abrí los ojos un grupo de mujeres y hombre y niños me miraban con los ojos llenos de amor... volvió, dijeron todos. los ojos de aquellas personas estaba llenas de bondad y comprensión. me paré y ellos me ayudaron a caminar... me dieron ropas nuevas, me cambié y salí de aquella casa... es extraño, pues, no recuerdo haber visto jamás a aquellas personas, pero, esos ojos, esa bondad la sentía tan familiar que no dudé en volver a verlos... les dije adiós con la mano y ellos sonrieron, con los ojos llenos de amor, bondad y compasión... volveré, les dije. ya salía de la casa cuando advertí que un letrero que decía: MANICOMIO. solo recuerdo que me llamo Luis y estoy bastante loco...