LAS PROBABILIDADES DEL ROJO
Las probabilidades eran casi nulas, pero el hecho sin embargo sucedió. Creyó por un momento que estaba en algún país caribeño o quizás soñando que lo estaba.
Sintió miedo, y luego vergüenza de pensar distinto a los demás. Sofocado por el hastío decidió salir y manifestar su libertad. Un vendaval de intolerancia lo mantuvo en la puerta, acallando su voz. Lo resistió apelando a los más tiernos recuerdos de su infancia, aquellos que nadie le pudo arrebatar.
Caminó hasta que se escondió en el primer zaguán que encontró y observó desde la clandestinidad cómo el insólito suceso ocurría frente a sus narices. Nadie lo veía, permaneció un rato en la oscuridad, descifrando los acontecimientos, que vertiginosos como la cresta de una ola, arrastraban sin piedad todo vestigio de cordura y sensatez.
Su vieja y querida chaqueta marrón lo delataba, se la sacó y la tiró al piso, pero aún así, su vida corría cierto peligro. Lo estaban buscando, lo sabía desde hacía mucho tiempo, desde que se supo diferente; esta vez los intuía cerca, lo tenían acorralado desde todos los ángulos del pensamiento.
Las probabilidades eran casi nulas; no obstante, esa mañana todos habían salido de sus casas vestidos de rojo. La consigna se cumplió, sus almas habían virado al carmesí, atrapadas por la vorágine irracional de la soberbia. Como un gigantesco monstruo, el color se iba apoderando de todo, infectando sus mentes de mentirosas consignas anacrónicas.
Lo apresaron mostrando heroicamente los colores prohibidos, los colores de su identidad, los de su verdadero ser. Resistió hasta el final, hasta que sus ropas se tiñeron de púrpura.
|