Apoyada en un rincón absurdo de este tiempo, me sumerjo en las caóticas circunferencias de mi misma. Oigo ladrar un perro a lo lejos, y me duermo con su hambre en la garganta. Hay siete respuestas por cada presagio, siete llaves ocultas en la profundidad de la carne incierta. Aun no lo sabes, y yo sigo acariciando tus carencia silenciosa, que cobardemente se instaló en la triste respuesta simple, que nunca será. Hay tantas piernas caminando sin rumbo, tantos rostros invadidos por la nada, y tu te admiras de mi rebeldía casi adolescente, de mi devoción aniñada por lo sublime. Y los años pasan, todo sigue igual en mí, soy una con los que dejan sus manos en el trabajo forzado, que darán sus frutos a otras manos que los miran desde arriba. Yo digo que, la tierra y el cielo son una sola semilla, la manzana, la sabiduría al alcance de todos los que quieran morderla, y la serpiente, el valor escondido en todo corazón que busca la verdad. Apoyada en un rincón absurdo de este tiempo, revoloteo por el abismo de mi inocencia, porque hay abismos insondables, esos son los que valen la pena, un abismo pequeño, solo le pertenece a un pequeño hombre, los grandes abismos se clavan en los huesos e inexorablemente nos dan la llave para ser. Yo ya no puedo vivir sin SER, veo a los payasos que deambulan gris-mente por las veredas del desconcierto, y levanto mi copa por ellos, necesitaran protección cuando la hora llegue y el reloj recoja nuestras causas. Y apoyada en este rincón de mi misma, derramo una lágrima por ti, porque tus zonas de armonía ya no pueden sostenerte, lo se. Lo se porque mi sangre aun palpita en la distancia por tus equivocaciones, y hundo mis manos en el barro, para que la energía de la naturaleza alcance tu agotado cuerpo y lo acune en la única tranquilidad posible, la verdad…