Hoy me secuestran, o seguro me asaltan, lo sé, yo sé cómo me miran todos ellos; me miran no sólo porque están detrás mío sino porque sus mentes planean mi peor día; los de adelante no me observan de reojos sólo porque no me vieron entrar. De ser así, seguro estarían viendo qué es lo que hago en un banco con un maletín. ¡Si supieran que lo único que llevo son impuestos vencidos! Imagino sus caras de horror al abrir el maletín con la esperanza de ver montones de próceres de papel, uno al lado de otro, pero se encuentran con cuatro boletas desteñidas por el agua que pasa por debajo de la puerta de mi casa. En ese mismo momento de encuentro entre mis impuestos y un ladrón, su ira se descargará en mí y puedo sentir el dolor de su puño en mi tórax, me imagino cayendo al suelo en cámara lenta entre miles de peatones que ya no me miran por saber que yo tengo un maletín lleno de miedos y cuatro impuestos de servicios derrochados.
Mi mujer no lo entiende, dice que exagero, pero yo estoy seguro que el día que tenga que ir al banco a buscar un dineral, ellos que me miran fijo cada mes, creerán que aún llevo facturas impagas.