Mirá como llueve, y yo tengo que despertarme para ir a pagar esos impuestos, no hay nada que odie más que ir al banco y perder mi mañana ahí, aguantar a ese señorcito de traje sellando las boletas con mala gana.
Y las viejas que no ven los números ‘¿querido esto es un ocho o un cero?’ , o las que salen a sociabilizarse, que por casualidad siempre están cerca mío en las eternas colas y empiezan hablando del clima para terminar yo sabiéndome toda su vida, eso creo es lo peor de ese lugar.
Nunca puedo decir ‘voy mañana’ porque de tanto que odio los bancos dejo las deudas hasta el último momento.
Esperar para pagar es algo que nunca hubiera imaginado en el siglo en el que estoy parado, cómo puede ser que me hagan esperar lo que espero cada mes! Porque si fuera a sacar plata, bueno, el banco sería de lo más agradable! Esperar para que me saquen la plata!, increíble, una pérdida de tiempo esto que hacen los bancos.
Yo creo que el odio que tienen los cajeros se lo quitan al sellar, esa fuerza que someten a la factura de pago es catártico hasta para mí que lo miro desde el otro lado del vidrio. Siempre que estoy ahí parado esperando mi turno pienso que cada uno de los que conforman la fila piensan como yo, se ve en sus caras, se ve en cómo arrastran sus piernas para dar ese paso lento de la fila que avanza.