- Tomé un refresco, pero el hielo distraía el sabor de la bebida, - dijo Sebastián, y continuó - tomé aire, y molesto, me decidí a beber otro trago. (Ese puto hielo seguía derritiéndose). El calor de aquel Agosto estaba causando estragos. Y me aburría... Sobretodo fue porque me aburría soberanamente-. Sebastián se rascó la barba.
- Pero entiendo que eso no justifica lo que pasó después...- dijo, y comenzó a llorar. - Me volví como loco, todo fue muy rápido. Sentí como una bocanada de aire cuando le pegué el primer navajazo -. Sebastián parecía reponerse. - Y sé que el camarero no tenía la culpa, eso lo sé. Pero hacía mucho calor, demasiado. La navaja, - siguió - la navaja la llevo siempre encima, ya sabe, por si alguna vez he de abrir una botella de vino, o por si me apetece abrir una lata de mejillones, de esos en escabeche, que están muy ricos. Es una navaja suiza, mucha gente la lleva, ¿a qué sí?.
Y la mujer de al lado se levantó, cogió la bolsa del supermercado, y se sentó en otro asiento del vagón. |