Siendo más de medianoche
el pesado avanzar de este tren
me despiertan de un liviano sueño
tan descolorido como este viejo reloj,
de manijas puntiagudas y el frío vidrio
de la ventanilla terminan por despertarme…
Es el poder de esta nublosa madrugada,
que espantan lo que va quedando
de lo que fue ayer la realidad
fue por casualidad otra pesadilla…
Despertando entre ahogos,
esos que enmudecen el habla,
entre espasmos y grotescas alucinaciones
recorro distancias entre vaivenes, ruido y nostalgia.
Maldito tren, no puedo conciliar el sueño,
por la mañana debo iniciar un nuevo andar,
fui absuelto de aquel delito,
solo se encogió de hombros
regalándome una excusa,
disfrazándola de justicia…
El hecho que esa noche tan obscura,
como esta, no había bebido
me cruce con otro que si lo había hecho,
y ahí quede sin mis amigos,
sin nadie que dijera desde un principio,
no eres responsable de este accidente…
Ahora mi conciencia los llama, no acuden a mi,
ya es tarde de madrugada
las pastillas no me devuelven el sueño,
iré por esa botella que me espera
para embriagar estos pensamientos
adormeciendo el alma,
para esperar un solitario mañana…
Envidiando esos durmientes,
que sostienen la vía férrea
por la que se desliza el tren y sus carros,
seria bueno que también aplaste estos pensamientos,
o se conviertan en niebla para que se disipen al alba…
“Esos remordimientos que apuñalan,
las buenas y malas causas,
son latigazos al querer…
querer no haber estado ahí,
endosando el llanto a otro,
esperando querer la compasión
de aquellos sus deudos directos”…
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