Los noventa y nueve años de don Silvano pasan cada mañana por la puerta de mi casa. A veces del brazo de su compañera, que tiene pocos años menos que él. Otras sólo acompañado de su bastón.
Me gusta conversar con él, es lucido, inteligente y como dice siempre:
“Con semejante mochila de años encima se tiene siempre algún tema de que hablar”
Cuando camina solo, se detiene a mirar un árbol, un jardín o a charlar con sus vecinos. Es tan interesante su conversación, sus historias y lo maravilloso de recordar temas de tantos años atrás.
Contaba que había pasado las dos guerras mundiales. La primera, era un niño pequeño, la vivió en brazos de su madre, la segunda la padeció, fue prisionero en Inglaterra y las memorias son muchas y tristes.
Ayer le pregunté:
—¿Cómo se hace para llegar tan bien con tantos años?
Miró a su esposa y con una sonrisa respondió:
—Mientras ella este a mi lado tengo motivos para vivir. El amor, el amor me da fuerzas.