Sentado miro a través de las rejas, y la verdad extraño una casa con muchos cristales.
Tiempo no veo una ventana, resguardada por el cristal, acá no durarían.
Recién luego de tanto tiempo, advierto que los objetos de una casa, como una posesión, son extrañables, tanto lo permita claro, el olvido.
De mi casa no traje ni sus cristales, ni sus espejos, ni los gritos del vecino, ni los festejos de gol de mi cuadro favorito.
Ahora claro, pienso en lo que tengo, en lo que verdaderamente es mío, caray¡¡¡. Nada de esto es realmente mío, ni mi sucio uniforme, ni mis desdeñados zapatos, mucho menos mis ganas de gritar libertad.
Solo me queda el pincel cual pintor, mis ganas de escribir, de compartir y de servir.
Cada pensamiento es raíz de mil palabras, cada congoja es sufrida muy por dentro, cada ausencia es producto de dolor.
Extrañé ya mis ropas, mi casa, la comida, tu sonrisa, ya lloré por mi libertad.
Ahora, luego de tantos años, solo noto la ausencia del cristal... |