Recuerdo que iba en el vagón del metro sentado, sin ninguna idea en particular en mi mente, más bien parecía una especie de robot dirigiéndome a mi trabajo, era un día común y corriente, que bien pudo ser lunes o miércoles.
Todo transcurría de la misma rutinaria y aburrida manera, hasta que miré un afiche en el cual aparecía la imagen de una playa, me le quedé mirando fijamente, y allí caí en cuenta que tenia tiempo, mucho tiempo, sin ir a la playa, bien podía haber pasado cinco años desde a última vez que fui.
Yo que antes no desperdiciaba una oportunidad para ir a la playa o a la montaña, daba igual, lo importante era salir de la cuidad y estar en contacto con la naturaleza, ahora era un ser netamente urbano, con una vida que oscilaba entre el estrés y la rutina.
Estuve pensando en todo eso, y al final decidí que ya era tiempo de tomarme unas vacaciones, y que las tomaría ya, no me importaba que me fueran a echar del trabajo.
Así que apenas salí de la estación del metro tomé un taxi y le dije que me llevara a la playa más cercana, el taxista comenzó a dar vueltas por la cuidad y me dio la impresión de que estaba desorientado, le pregunté por qué daba tantas vueltas, y me contestó que estaba buscado la ruta menos congestionada, como era hora pico me pareció algo sensato y no le presté mucha atención.
Mirando por la ventanilla del auto vi que la cuidad estaba cubierta por una especie de bruma, que le daba un toque extraño y la hacia atemporal, si no fuera por los relojes no se podría decir que hora era, además también me di cuenta que la temperatura permanecía siempre a unos veinte grados y que a pesar de no recordar haber visto llover en mucho tiempo, unos cuantos años, todas las plantas eran verdes y nunca habíamos tenido escases de agua.
Todo esto me hizo sentir nervioso, asustado y desorientado, le ordené al chofer que se detuviera y me replicó que ya estábamos saliendo de la cuidad, pero a mi me parecía que dábamos vueltas en círculos, así que le insistí que se detuviera. Al bajarme del taxi, comencé a caminar por la carretera –no se porque lo hice- estuve así un par de horas, luego salí del camino y me interne en un bosque de galería, mientras caminada dentro de este bosque de árboles pequeños sentía una mezcla de sensaciones y sentimientos, en la que predominaba el miedo, su pongo que a lo desconocido, por un lado y por otro la curiosidad.
Luego de un buen rato, cansado decidí recostarme un poco para descansar, y allí viendo este bosque con plantas a medio crecer, fue cuando a mi cabeza vino la idea de que tal vez nunca pudiese salir de la cuidad, porque ella misma no existiese o mas bien que fuese como una especie de maqueta, una jaula inmensa con los elementos necesarios para mantenernos atrapados en ella, con el único propósito de mantenerse ella misma viva, en mi cabeza la cuidad no era más que un inmenso organismo parasito que vivía de nosotros sus habitantes. Si que debo tomas esas vacaciones, pensé en voz alta, ya estoy desvariando y traté de pensar en otra cosa, pero la idea no se iba, por el contrario se hacía mas fuerte y recurrente, tanto que en cierto momento sufrí un ataque de pánico y comencé a correr, corrí hasta llegar a lo que parecía el final del bosque, me detuve y con los ojos bien abiertos, contemple el muro más alto que había visto en mi vida, permanecí unos segundos inmóvil y luego lancé el grito mas fuerte, espantoso y desgarrador que había dado jamás.
Esa mañana me desperté, empapado en sudor, con taquicardias y decidido firmemente en tomar unas vacaciones.
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