1 – El comienzo
(El Tabernáculo)
Troya llegó a mi casa muy contento.
_ Edy, tengo un negocio increíble.
_ Bueno, veamos de qué se trata.
_ ¿Qué es lo que más se vende en la Argentina? - me preguntó.
_ No sé… ¿Pasajes a España? ¿O será la carne, el vino? ¿Los sanguchitos de miga?
_ ¡No! Nada de eso. Lo que más vende es el sexo – me dijo tan entusiasmado como si hubiera descubierto que la pólvora dejó de usarse para condimentar la ensalada porque causaba repentinas explosiones en la boca al masticar.
_ ¡Está bien! Suponiendo que así fuera... ¿Cuál es el negocio?
_ Adiviná - me desafió.
_ Conociéndote como te conozco, lo único que se me ocurre pensar es que te vas a poner una playa nudista en la costa. Importación y exportación de ñocorpis y cremas autobronceantes. Ultramarinos Cohen Incorporated All Inclusive.
_ ¡Te estoy hablando en serio!
_ ¡Qué sé yo! Vas a conseguir un contrato con el Ministerio de Salud para proveer de preservativos al Plan Nacional de Regulación de Natalidad. ¡Es un flor de negocio!
_ ¡Qué corto de cabeza viejo!
_ Mmm, vas a poner un 0-600.
_ No.
_ Vas a vender el kamasutra en braille.
_ No.
_ Calendarios para gomerías.
_ No.
_ Muñequitas inflables.
_ ¡No, no y no!
_ ¡Me rindo! No sé en qué negocio te queres meter. Contáme todo...
_ Se trata… ni más y ni menos… y aunque usted no lo crea… ¿no sentís curiosidad?
_ La verdad que no.
_ Viejo amargado. ¡Vamos a poner un bulo!
_ ¿Un bulo?
_ Un hotel alojamiento para parejas...
_ Ya sé lo que es… ¡Pero si Buenos Aires está lleno de esos hoteles!
_ ¡Sí! Hay muchos, pero casi todos están fuera de la Capital y tenés que ir en auto. En la Panamericana. A 30 kms de distancia y los que quedan cerca están súper quemados y son cualquiera. El otro día quise llevar una minita a un telo de por acá y me dijo que ni loca entraba porque está muy a la vista y todo el mundo te reconoce.
_ ¡Y sí! Eso es verdad, se complica.
_ Pero que afirmas vejete si hace mil años que no estás con una mujer. La última mina que tocaste era de carbón…
_ Estemmm… me contó un amigo.
_ Bueno, la cosa es que tengo un conocido que me alquila una casona de esas antiguas a dos cuadras de la calle Florida. Siete habitaciones. La heredó de su abuelo. Quería poner un parripollo y una cancha de paddle, pero lo convencí de que eso ya fue y me la deja por casi nada.
_ ¡Pero, Lucas! No te imaginás lo que hay que pagar por la habilitación, si es que lo habilitan. Son todos impuestos enormes y además te inspeccionan todo. Los baños, la ropa blanca, el personal, los matafuegos. Y ni quiero pensar en la mafia de los telos. ¡Es una locura grande como la Torre Eiffel!
_ ¡Tenés razón! Pero atento que te tiro la papa del asunto. El telo estaría camuflado. Un hotel super privado. Casi como una leyenda. La gente diría que creen que existe, por la zona, un lugar cercano al paraíso. Vos imaginá. Adelante instalamos una verdulería. ¿Quién puede desconfiar de la verdulería del barrio? Nadie. La gente ingresa, dice la contraseña y lo hacemos pasar por entre los duraznos.
Lo ví tan entusiasmado que me entusiasmé yo también.
_ Así como lo pintás, parece un buen negocio. Ojala que te vaya muy bien.
_ Nos irá muy bien, porque te necesito como socio.
Y me entró como un miedito.
¿Pero por qué no?, me pregunté a mí mismo, si al fin y a cabo con la jubilación de lujo que cobro (por haber estado “ganando” en las Malvinas); y siendo que el tiempo libre que tengo me lo paso mirando siempre los mismos capítulos del chavo se me pasa la vida triste, lenta y aburrida. Le dije que sí ahí mismo.
_ ¿Dónde firmo? pregunté… y para qué… porque empezó el pendejo con los pedidos.
Todavía no sé lo que nos deparará el destino, pero el cheque que me hizo entregarle por adelantado me dolió hasta el alma.
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