He visto cuadros y pinturas de mujeres bellas, ninguno como éste. Tan hermosas y eróticas son esas tres damas que vienen del mar, quizá con comida para sus hijos, no lo sé. Solo siento que son mujeres divinas, casi desnudas, vestidas con mallas tal vez para atraer esos peces saltarines que bailan con el sol, con las olas, con esa sonrisa del mar que viene del Este. Sus curvas sinuosas llaman a orgasmos fugitivos en playas cálidas; es inevitable no desear a mujeres como éstas, con esos labios tan gruesos sé que me comerían de un solo beso. Pudiera ser hasta el último beso, porque pudiera morir de prisa, de deseo o de un último beso, no lo sé. Mientras estas mujeres casi diosas, revisan su lancha, la red marina yace en el suelo, tal vez está cansada de tanto pescar peces. Si yo fuera pez también me dejaría atrapar, es imposible huir de esas manos que acarician el viento, es improbable no descuidarse con mujeres como esas. Te tienen atrapado con sólo mirarte y transfigurarte en un abrazo infinito, más allá de la arena habrán muchos hombres esperando a estas mujeres que parecen hermanas, sus cabellos manchados por los rayos brillantes traen a la memoria olor a piel cobriza, delicioso aroma de hembras benditas. Quisiera ser el pintor que plasmó estas escenas, tal vez para estar más cerca de húmedas grutas de tres hermosas princesas, quizá para mirarlas a los ojos, temblar discretamente mientras la piel se me inflama y fundirme con ellas mirando atardeceres tristes.
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