Renuncio a mirarte como al señor de la tierra, que promete hasta un viaje gratis a la luna con tal de ver hecho realidad el triunfo tuyo sobre los demás.
Te he mirado desde lejos y he visto que tras de ti vas dejando como estelas sobre el agua las promesas incumplidas de otros tiempos y de otros sueños. Y que eres el impostor de la verdad que busco hace siglos, ya cansado y torpe, con mi lámpara casi extinta bajo el sol de estío.
No puedo seguir tras tus pasos errabundos, pisoteando la fuerza de la idea con tu verbo sin sentido y sin razón.
Porque eres la mentira hecha metáfora, el que encanta a los ratones con tu flauta dorada; el engaño hecho ilusión. Eres el apóstol de la sombra y la lascivia; de la lujuria libertina y la promiscuidad.
De pies a cabeza eres falso, como un ídolo de yeso tosco y frágil que no admite para romperse la menor levedad.
Prosigue por tu ruta equivocada, que pronto llegaras al precipicio donde terminaras.
Sigue siendo guía de la nada, pues tu música encantada pasará. Y será igual que tu destino; un silencio infinito escucharas.
Yo persigo la doctrina inmaculada que reniegas con tus actos bochornos a contraluz.
Busco el vellocino dorado que habita en otra esfera en donde no cabes tú.
Soy el norte del errante caminante, la estrella del perdido navegante; soy la luz.
Vivo en el mundo que al motivo de la vida crea; la fuerza para seguir después de ti.
Por mi se levanta el caído, se olvida el castigo con piedad. Y aunque sufro, doy la fe para creer en Dios y en su amor.
Porque vengo igual de Dios, de arriba; la claridad que hoy se nubla un día brilla. Soy la razón del sacrificio; la tierra prometida, el lugar bendito. Y si ahora mi voz se calla, al hablar en otra lengua; cuando la palabra mengua, mira a tu alrededor, si no me hallas, del párrafo anterior ya escrito, despuès de Dios, que no me falla, Yo Soy la última palabra. |