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		15. 
 
Así eras tú, 
te bebías la mañana de las plazas 
corriendo descalza 
como una golondrina de oro. 
Tenías una lámpara clavada en las 
entrañas, 
Y la turbia suavidad 
de los tibios duraznos a la siesta 
Eras así, amada. 
Eso era lo que más me gustaba de ti: que 
tú eras tú y que yo te amaba 
Y a veces una ternura de mirarte 
emergía desde el alma 
y me alertaba la carne. 
Así eras tú rutinaria 
y fresca y nueva y necesaria 
como la mañana 
Y tu mano cotidiana 
como un gorrión adormecido en la ventana 
en un rincón de la mía 
se acurrucaba. 
Tu beso silvestre como el de las abejas 
en las plantas 
recolectaba el polen de los sueños 
con ingenuidad de niño que rezara. 
Y tú tenías Dios y me contabas 
todas las mañanas 
que le rezabas que nos conservara. 
Enjugabas tus ojos con silencio 
y me mirabas 
y enjuagabas tus manos en tu pelo 
porque tú sabías que me gustaba. 
Pero a veces te escondías detrás de tu 
mirada 
con recelo de paloma algo asustada 
y ya ni la mañana te podía 
hacer dorada 
porque eras una ventana 
obsesivamente cerrada y clausurada. 
Las noches de esos días, amor mío 
yo rezaba como tú rezabas 
(todavía rezo a veces, cuando te recuerdo) 
 
 
JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT 
 
 
  
 
 
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Texto agregado el 04-07-2010, y leído por 147 
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