Se confundía con un atardecer, con una rosa, incluso, se confundía con la vida misma, sus ojos siempre fueron una fuente de esperanza, y digo siempre porque jamás se apagaron, ni siquiera la muerte pudo vencer su fuerza, mas bien con ella crecieron y brillaron mas, así la doncella pasaba sus días mirando los atardeceres, la luna el roció mirando su belleza reflejada en la naturaleza.
La doncella era prisionera de un castillo custodiado por un dragón, un dragón que ella decía odiar pero que por dentro amaba, un dragón que la tenia prisionera sin cadenas, un dragón, al que seria muy difícil vencer, difícil, difícil pero jamás imposible, tal vez, esa, era su esperanza.
No recuerdo haber escuchado jamás a la doncella hablar sobre él pero seguramente sabia que existía, porque la doncella, o mejor, los ojos de la doncella, esos ojos que lo decían todo mientras escondían lo esencial cantaban una armoniosa melodía que narraba la historia de un niño que la amaba en secreto, ese secreto que todos conocían pues era guardado a gritos.
Y esa era la doncella, una niña que poco a poco se hacia mujer, contra su voluntad, si, pero no podía evitarlo, poco a poco extendía mas su alas y empezaba a volar hacia un mundo lleno de verdades y razón se preparaba para crecer y el dragón hacia parte de esa triste evolución, hacia parte de ese triste despertar a una pesadilla de la doncella, quizás el era parte de esa pesadilla.
|