Todo comenzó en una cantera donde trabajábamos, a raíz de un festejo de aniversario, entre inglese –propietarios de los trenes en ese tiempo- y los dueños de las canteras Albion en Tandil.
Como nosotros -los empleados- no habíamos sido invitados al festejo, y al sentirnos dolidos y desplazados por ello, un grupo de unos quince compañeros –que pese nuestra corta edad trabajábamos en esas duras tareas- decidimos hacer nuestra propia fiesta, pero a costa de los propietarios, “sacándoles” algo de lo que tenían preparado, y que fueron algunas botellas de bebidas y masas.
Cuatro de los quince, éramos los encargados de ejecutar la operación, pero lamentablemente (para nosotros), fuimos descubiertos, y cargamos, como cabecillas, el castigo que la patronal nos impuso, que consistía en cargar un vagón de granitullo. El granitullo era una piedra de 10 x 7 cm. (la cuarta parte de un adoquín) y que junto con este se usaba para empedrar las calles de aquellos años, el viejo sustituto del hormigón de hoy. Un vagón cargaba unos 20.000, a razón de 5.000 por cabecilla. Como uno de los cabecillas era sobrino del dueño de la cantera, se negó a hacerse cargo de su parte, así que todo recayó en los tres restantes, a los que se sumaron el resto del grupo complotado.
Como llegaba la hora de tener el vagón cargado y no lo estaba, y este indefectiblemente tenia que ser enganchado a la formación del tren, el de más edad del grupo, se presento al encargado de la cantera y le dijo “que la parte de ellos estaba lista”, y que para completar la carga faltaba la parte que le correspondía al sobrino del propietario, quien se había negado a hacerla.
Ante el dilema que se presentaba, y la urgencia para completar la carga el encargado decidió pagarle al grupo, por la parte de la carga que faltaba.
Conclusión, el castigo impuesto, algún pesito extra para el bolsillo de los complotados, que pese a todo la sacaron barata, como se decía en esos tiempos y lo principal, no los dejaba con el sabor amargote de un castigo hecho en forma gratuita y el orgullo herido, como cuando algo que empieza bastante mal, termina bastante bien, gracias al ingenio de alguien que con inteligencia supo plantear y sacar provecho del asusnto.
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Un cuento escrito por mi abuelo hace un tiempo. |