Hubo de ser un ocaso la mirada
cuando se me hizo viento tu piel
y como cortado por espada
se repartió el latido.
Y fuiste, más allá del mal o del bien,
tan lejana como el tiempo;
Siento que fue tu adiós única ola
de un mar perdido.
Hay reflejos de agua pura
en cada uno de los versos
que nacieron después de los sentidos;
A cual de ellos más perdura,
a cual de todos ellos más fiel
y persistente al olvido.
Y es que aún se oyen las palabras
en el eco de tu boca ausente;
Y se siente tu piel en mis dedos,
tan cercana, que pareciera mi piel;
Y los pobres ojos imaginan
la mirada perenne en sus retinas
veladas de negro por siempre
como si aún pudieran verlos,
- como si aún me pudieran ver -.
Hay reflejos de agua pura
en cada uno de mis versos
y un cristalino ocaso en la mirada,
nacido al filo de un maldito adiós
cuando te fuiste de madrugada
para nunca volver.
A mi madre 1948-2008
Texto agregado el 02-07-2010, y leído por 645
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