Lo que fácil viene, fácil se va.
Cuando te conocí, si es que me acuerdo del día, no éramos más que dos niños. Solo me acuerdo de que ese día no fue particularmente especial para mí, pero ahora sé que me da lástima haber perdido siquiera un instante de mi memoria, aunque podría decir que los siguientes años si que fueron inolvidables para mí. Te conocí rápidamente, y llegaste hasta lo más alto de mí ser.
Tanto, que para llegar a verte, tenía que mirar hacía arriba, así que nunca he podido estar a tu lado exactamente.
Tus palabras eran demasiado engañosas para mis sentidos, tu mirada encaminaba cada paso que daba, y tu mano, alcanzaba lo más profundo de mi alma.
En forma de persona guardabas todas las cosas que carecían el resto de humanos, tanto era, que parecía como si mi mirada se desorbitara cada vez que te veía.
Esos detalles eran insignificantes para otros, tan insignificantes que dudo aun que alguien se sienta identificado con mi pena.
Ahora, ando mirando las cosas que tus palabras me impedían ver: Lo más superficial de la gente.
Se que siempre hemos estado demasiado lejos el uno del otro, tu demasiado arriba, y yo demasiado revolcado en el fango de este planeta.
Por favor, que alguien me diga que soy como tu, que no me queda tanto para llegar al lugar donde te has ido, pero es que ahora me da miedo llegar tan arriba como tu.
Siento pensar que lo que tu nombre llenaba antes, ahora rompe con todas las cosas hermosas.
Me he dicho demasiadas veces que te has ido, pero es que ahora me doy cuenta de que nunca hemos estado unidos: Tu, muy, muy, incluso demasiado arriba, y yo, abajo, entre el fango de la gente.