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Yo me llamo…


Junto lo que quedaba del cuerpo del hombre, había una ventana, la misma que alumbraba a la joven mientras estaba dormida profundamente. Marc seguía quieto, aterrorizado por la muerte del individuo y pensó en que si hubiese sido mejor dejarlo inconsciente en vez de arrebatarle la vida, ese pensamiento le rondaba la cabeza con mucha fuerza. Ella adivinó porqué estaba desanimado, e intentó animarle para que no se sintiera culpable:
-No has de mostrar piedad a quienes no la tendrán contigo.-Esas palabras le fueron indiferentes, pero ella no se dio por vencida.-Si no le hubiese derribado, puede que los dos estuviésemos muertos.
-¿Cómo se que no eres tu la que me quiere matar?
-Simplemente porqué ya lo hubiese hecho.-Replicó ella ofendida.
De repente la muchacha agarró a Marc por el puño de la camiseta, y se lo llevó escaleras abajo. Él dedujo que tenían mucha prisa, ya que ella ponía cara de desesperada. Bajaban rápidamente, tanto que Marc apenas mantenía el equilibrio.
Descendían por las escaleras, hasta que de golpe ella frenó en seco. Marc al verla quieta, también se detuvo, y la siguió como hacía mientras bajaba las escaleras.
Ella, sin distraerse, miró una a una las puertas que estaban en aquel piso. Él la seguía en silencio.
Acabaron por entrar en la sala, la misma sala en la que el chico encontró los pergaminos, los libros y la espada.
Ella comentó que en esa sala se podían hallar muchos libros “les” podría ser de gran utilidad.
-¿Quién son ellos?-Pero la joven no le respondió.-Exijo saber quien eres, de donde perteneces.
También comentó que muchos de esos libros eran robados, y que les pertenecía desde hace tiempo, pero no llegó a responder lo que Marc quería. Lo comentó con cara de satisfacción. - ¿Qué haremos con los libros? – preguntó sarcásticamente Marc.
- ¡Que vamos a hacer!, recuperar lo que es nuestro – dijo ella con cierta mirada de desesperación.
Marc dudaba cual era el nombrado “grupo” al que pertenecían él y su nueva compañera.
-No creerás que podremos llevar todos los libros mientras bajamos las escaleras.-Comentó irónicamente Marc.
- No tomes conclusiones precipitadas, para eso existe la magia.
- ¿La magia? – preguntó Marc. En un principio habría creído que está loca, pero al ver lo que hizo con el desconocido, no dudó de que dijera la verdad.
- Las clases las dejaré para otro momento.-Le respondió ella sin más.






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Dejó ir una serie de palabras, que como no era de extrañar estaban en otro idioma.
De repente los libros de la estantería levitaron, se movieron lentamente, y desaparecieron sin dejar rastro.
-¿De que nos sirven los libros si los haces desaparecer?
- Este hechizo transporta los objetos a un mundo paralelo, y puedo invocarlo cuando quiera.
- ¿Entonces todos los magos pueden coger tus libros?
- No, para que lo entiendas, cada mago tiene su mundo paralelo, todo depende de la personalidad de cada uno. El mío, por ejemplo, es ordenado-sonrió ella -, mientras que el tuyo… Siempre te ha costado encontrar algo. Pero, ¡ah!, es verdad, he dicho que la explicación para luego, así que sigamos.
- ¿Yo se utilizar la magia? – preguntó Marc.
- Claro, sin la magia, no seríamos demasiado reconoció tristemente ella.- Aun te faltan muchas cosas por entender.
Marc sabía que era cierto, que había demasiadas cosas que se le escapaban de su alcance
Sin pensárselo dos veces, la joven salió por la misma puerta que había entrado, seguida por Marc, y siguieron bajando las escaleras.
Un dolor punzante alarmó al joven, y se dio cuenta de que le dolía mucho el tobillo de la pierna derecha, aunque desconocía la razón. No le dio importancia, ni siquiera se lo dijo a su compañera, ya que de algún modo, no quería mostrarse débil frente a ella, ni mucho menos retrasar largo camino de escaleras que les quedaba. Así que se intentaba olvidar del dolor que sentía en la pierna, o al menos intentaba disimularlo. Bastaba una simple mirada hacia su tobillo, para que su perspicaz compañera se diese cuenta de su dolor.
Ella iba siempre la primera, ya que al parecer estaba buscando algo más, y de vez en cuando, se giraba para observar a su amigo y le lanzaba una cálida sonrisa. Aunque para él era totalmente desconocida, es más que seguro de que ella lo conocía a la perfección. Muchísimo mejor que él mismo. A Marc le bastaba su muestra de afecto, para olvidarse totalmente de su pié, pero sabía que a ella si que le sucedía algo.
Pasaron un par de horas, no habían descansado ni un solo momento, ya que según ella, tarde o temprano aparecerían los guardias del templo, e intentaban en todo momento no detenerse para nada.
Elena se detuvo por segunda vez, y Marc se sentía realmente cansado. Entró en una puerta, intentó forcejearla, pero pronto se dio cuenta de que estaba cerrada. Bastó con un par de palabras, para que la puerta reventara en frente suyo, dejando el suelo todo esparcido de trocitos pequeños de madera antigua.
Ella entró sin bacilar ni un segundo, abriendo cada una de las estanterías de la sala. Marc curioseaba intentando que ella no se diera cuenta de que estaba observando cada mueble que registraba.
-¡Estate quieto!-Se giró y le lanzó una mirada desafiante.



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Marc no se atrevió a contestar, solo tragó saliva, y siguió sus pasos con la mirada. Enfurecida por no encontrar lo que buscaba, salió de la puerta corriendo, mandándole a Marc que la siguiera.
Bajaron una infinidad de pisos, Marc había perdido la noción del tiempo, no sabía si llevaban horas o incluso días.
Ya en la planta 5ª o 6ª, la joven volvió a detenerse, aunque no se paró para coger libros, ni para rebuscar entre los muebles. Marc estaba muy cansado, soñoliento, sin fuerzas para nada, y su pierna cada vez le dolía con más intensidad, razón por la cual se quedó en la puerta esperando que regresara con lo que había ido a buscar.
Hizo un esfuerzo muy grande ante la tentación de sentarse en una silla, él seguía haciéndose el fuerte para no ser menos que ella.
Mientras él resolvía el dilema, ella andaba hacía el fondo de aquella larga habitación, y al final de todo, se plantó frente a una vara, la observó un rato. Al lado de la vara había una nota, así que la cogió, en la cual estaba escrito:
“Mis felicitaciones, habéis pasado la primera prueba, su majestad y su amigo lo han hecho de maravilla, como premio, os devolveré la vara, tomadla como un regalo. No es necesario que me deis las gracias, ya que yo os las doy a vosotros, pero pronto quiero lo que nos pertenece, ya sabéis a lo que me refiero. Seguid así y no os defrauda, pronto sabréis más de nosotros. Un cordial saludo”
Elena acabó por romper en pedazos el papel.
Acto seguido, se giró y volvió hacía su amigo. Mientras andaba hacia él, Marc podía notar su enfado, su desprecio hacia algo, ya que fruncía la ceja. Pasó lentamente por su lado, y le dijo amargamente y en voz muy baja:
- Estoy contigo, pase lo que pase.
Marc no supo como reaccionar, cada vez entendía menos cosas, él creía que al llegar al último piso, encontraría lo que buscaba: Respuestas. Pero esas supuestas respuestas le ofrecían más preguntas.
Una vez llegado a bajo, los temores de Elena se hicieron realidad: Había una cuadrilla de guerreros armados esperándolos.
-Rendíos.-Les ofreció el que parecía el líder.-Somos demasiados. Si no oponéis resistencia, os mataremos rápidamente. . Incluso puede que los dioses se apiaden de vosotros.
Marc esperaba una respuesta que no tuviese que acabar con el derramamiento de sangre de los contrincantes, pero ella optó por lo más rápido y seguro:
-Al infierno tú y tus dioses, además ¿de qué sirven los dioses, cuando nos abandonaron en el peor momento?
- ¿Cómo osas pronunciar esas palabras frente a los dioses? ¡Blasfema! Los dioses te juzgarán-Le gritó uno de los soldados.




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Ella dio la señal, y todos los allí presentes incluido Marc, desenfundaros sus armas, y los soldados empezaron su ataque. Justo cuando la espada de Marc y uno de los soldados iba a entrechocar, todos los soldados empezaron a levitar. Marc intuyó que se trataba de su compañera, y así era. Los elevó una docena de metros, y al retirar el hechizo, cayeron, dejando su cuerpo inerte al suelo.
A Marc no le gustó nada, la actitud de su amiga, y se lo hizo saber:
-¿Porqué has de matar a todos los que se interponen en nuestro camino?
Ella por segunda vez, no quiso contestarle, y se limitó a insultarlos, cosa que entristeció aun más a Marc.
Salieron a fuera, ya se había hecho de noche.
-¿Tanto tiempo hace que hemos empezado a bajar las escaleras?-Se preguntó a si mismo Marc.
Fuera del edificio, se podía ver una extensa arboleda que no dejaba ver nada más que varios metros. Marc se giró, y descubrió que el edificio, des de afuera parecía más aterrador de lo que había imaginado.
-Esto, en su tiempo fue una enorme biblioteca de magos. Venían de todo el mundo a leer pergaminos, aprender nuevos hechizos, fortalecerse…
-¿Qué es lo que pasó?
-Llegó el estúpido de “el líder”, y se apoderó de todo lo que quiso y más. Nuestra ciudad es de las pocas que no está influenciado bajo su mandato, por eso me…-Rectificó.-Nos buscan.
Marc hubiese echado una última ojeada si no fuese por el tremendo dolor del tobillo, y no se pudo callar un gemido. Por supuesto, ella se dio cuenta.
-Déjame ver.
Marc vaciló, intentando mantenerla fuera de su tobillo.
-No es para tanto. Solo es un rasguño.
Ella insistió, hasta que Marc le dejó. Ella lo observó durante un momento, y subió la mirada hacia la cara de Marc.
-Lo tienes roto.
Marc disimulo diciéndole que “tampoco dolía tanto”, pero estaba claro que mentía.
Elena puso la mano encima del pié, y dijo unas palabras en otro idioma, que por supuesto, solo entendía ella. El pié empezó a sanar.
-¿Qué idioma es ese?
-Elfo antiguo. Que ironía…
-¿El que?
-Porqué tu eras un experto en elfo, solías hablar con Shylo en elfo.
Justo cuando Marc iba a preguntarle por la tal Shylo, ella lo detuvo:
-Una amiga.






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Cuando acabó de curarle, Marc podía moverse con mucha más facilidad. Ella le había obligado a ponerse un esparadrapo que había arrancado de su propio vestido.
-No tenías porqué hacerlo… Lo siento.
Ella se limitó a sonreírle.
- Marc, me voy. Tengo unos asuntos de los que ocuparme…
Pero antes de que él pudiera decir “te acompaño”, ella dijo:
- Espera aquí, tardaré un tiempo. Sólo te pido que no me sigas.
Marc se quedó preocupado, pero la dejó ir, si eso era lo que ella deseaba. No sabía que hacer, pues desconocía donde iba a dormir y como alimentarse.
- Siento que tengas que dormir al aire libre, aunque conociéndote, encontrarás una cueva donde hacerlo – dijo con una sonrisa fría.
- ¿Cómo me vas a encontrar?– Preguntó Marc.-Hacia poco que la conocía, pero no estaba dispuesto a perderla.
-Antes te dije que siempre estaré contigo, pase lo que pase, eso debería bastarte.
Dicho esto, se fue bosque adentro. Marc se quedó absolutamente solo, hecho que lo afligió.
No pasó demasiado tiempo, cuando se puso a dormir, por tanto no buscó como había supuesto ella un buen lugar para dormir. Se conformó con las ramas de un antiguo árbol. Era realmente incómodo, ya que estaba estirado encima de unas pequeñas y afiladas piedras, a demás hacía mucho frío, pero al final consiguió dormirse.
Un par de horas después se puso a diluviar, y esta vez si que Marc tuvo que plantearse refugiarse. Decidió salir en busca de una buena cueva donde cubrirse del temporal. Empezó a andar sin rumbo alguno. Poco después, empezó a llover aun con más fuerza, y Marc temió de que el agua se congelase, entonces si que estaba perdido.
Con lo que notó la ropa húmeda y sintió su cuerpo frío, estaba tan húmedo, que el agua se le caló en los huesos. Pero logró encontrar un diminuto agujero, que daba a una pequeña, pero acogedora cueva.
Al comprobar que allí estaba a salvo de la lluvia, buscó un par de troncos gruesos, con la intención de quemarlos y secar su mojada ropa. Tuvo que salir de la cueva para encontrar un tronco, y cogió alguno de debajo de los árboles. Los cargó y depositó en la cueva. Volvió a salir y siguió buscando, ahora unas piedras yescas, para poder encender el fuego. Tardó casi media hora, pero al ir probando una a una las piedras, al final dio la casualidad de que tenía un par de esas piedras.
Mientras encendía el fuego, empezó a estornudar, era bastante posible que se hubiese resfriado. Una vez encendido, se quitó la ropa y la dejó cerca del fuego y se estiró, sin piedras, y con el fuego encendido. Así pasó el resto de la noche.
Al día siguiente volvió a vestirse y salió a buscar algún fruto o al menos intentar cazar algún animal para comer, pues su vacío estómago le alarmaba que iba a desfallecer.






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No encontró gran cosa, en otoño, no crecían frutos y se tuvo que conformar con pequeñas frutas crudas, nada agradables al paladar.
Así pasaron cinco días más, refugiado en la cueva esperando la llegada de su desaparecida amiga. Estaba realmente aburrido, y todos los días diluviaba de la misma forma por tanto no podía salir de su escondite. Pero todo cambió al llegar el séptimo día.
En medio de la noche, el joven no conciliaba el sueño, tenía un mal presentimiento. Otra vez, una voz interior, le mandaba y le obligaba a irse, sin saber donde pero lo hizo.
La suerte, o el destino decidieron que se encontrara con un pequeño orificio, en una de las montañas. Se adentró en él, agachándose. A medida que avanzaba, observaba que la oscuridad se hacía más densa, hasta llegar al punto de no ver nada. La voz interior volvió a despertar y le dijo:
“El miedo a la oscuridad es sólo para los cobardes”.
Al decirle eso, desapareció la voz, dejando solo otra vez a Marc. Dejó de gatear, y analizó la situación en la que se había metido. Llegó a la conclusión de que para “luchar” hay que desenfundar la espada, y así demostrar que era capaz hacer frente a la oscuridad.
Pero lo que no esperaba era que la espada negra resplandeciera. Era increíble, parecía como si la oscuridad se apartase ante su amo. Sin duda, lo era. Incluso parecía que la espada latiese.
Ya al final del túnel, al otro lado, había una cámara, con extraños dibujos en la pared.
- Me suenan mucho – Se dijo a si mismo.
Se acordó de los dibujos que había descubierto hace ya unos días.
- Son los mismos – Se acordó al fin.
De repente la luz de la espada se apagó, dejando a Marc a oscuras, y tentó a que saliese de aquel horrible lugar. La tentación era demasiado fuerte, y Marc dio media vuelta, pero no encontraba la salida. Había desaparecido, dejando la sala totalmente oscura.
La buscó cerca de cinco minutos, los suficientes para darse cuenta de que estaba encerrado. Al momento que se rindió, de la pared aparecieron unas letras luminescentes.
“Oscura era la noche hasta que tú llegaste. El destino te volvió a traer con nosotros”
- ¿Entonces eres tú el que me ordena hacer las cosas? – preguntó Marc.
“Te equivocas, solo tu oscuridad interior de controla, pero el destino te pondrá en tu lugar”.
- El destino es solo mío, ¡nadie puede controlarlo!-Replicó él.







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“¿No te cansas de equivocarte? desde el principio estás destinado a regresar a casa”.
- ¡Espera, aun hay muchas cosas que no entiendo!
“Todo a su tiempo, joven. Por ahora sólo te diré que no eres quien crees que eres, nuestro líder tiene planes muy especiales para ti. Hasta entonces…”.
Por favor no te vayas.
Pero era demasiado tarde, ya estaba solo otra vez. Estaba harto de quedarse solo.
Definitivamente no entendía nada y su cabeza era fácilmente manejable, eso era lo que “ellos” querían.
Volvió a buscar la salida, pues sus ansias de explorar habían terminado, y se fue de la cueva. La salida estaba delante de sus narices Recorrió todo el pasillo y regresó a su “hogar”.
Pasó parte de la noche dándole vueltas a la cabeza, pero el cansancio pudo con él y se quedó dormido.
Se despertó dando un salto, ya que algo le despertó, algo que hacía un ruido que no estaba acostumbrado a oír, ya que lo único que escuchaba era el suave viento y la cruel tormenta que azotaba.
En la oscuridad, sólo la luz de la luna llena iluminaba el camino. Salió rápidamente con la espada en la mano, temía que alguien de los que había hablado “ella” le hubiese venido a buscar. Pero ninguno de ellos era, sino su amiga.
- ¿Cómo…?
- ¿Aun sigues preguntándote cómo te encontré? – Adivinó ella – te repito que pase lo que pase estaré contigo.
Había aparecido con dos caballos, uno completamente negro y otro con pelaje oscuro y manchas blancas. En este último ella montaba.
Al verlos, le preguntó que de dónde había sacado los caballos.
- ¿De verdad importa de dónde los haya sacado?
- Ciertamente no, pero me intriga.
Ella ni se dignó a contestar, esperó que Marc subiese al caballo para marcharse.
Pasaron toda la noche andando, a ella le parecía precipitado parar a descansar por esos confines, ya que por donde estaban rondaban conocidos grupos de bándalos.
Al amanecer, al ver que ella seguía sin contarle nada, se lo tuvo que preguntar:
- Ponme al corriente de todo, dónde estamos, qué ha ocurrido, todo lo que puedas decirme.
- De acuerdo, primero que todo…
- Primero que todo-La interrumpió él-Dime tu nombre.
- Yo me llamo… Elena.
Entonces prosiguió la explicación que tanto interesaba a Marc.





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Texto agregado el 02-07-2010, y leído por 89 visitantes. (1 voto)


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