Podría, en está apartada luna, exponer ciento un razones profanando un amor jamás visto y, hasta jurar arrancarme el aliento por probar un suspiro de tu excelsa voz. Enlistar motivos para permanecer a tu lado... para que la lejanía nunca te cobije; para que el hastío no nos alcance y el aburrimiento jamás nos rebase. De hecho, podría, sin titubeos, vaciarme de palabras huecas exponiendo mi supuesto inmenso amor. Saber en demasía que no hay mejor poder adquisitivo que las emociones resguardadas por lo vivido y, que no hay mejor fotografía que el recuerdo acorazado por la mente. Pero nada de esto importa. Nada es indispensable.
Podría creer en tu poder omnipotente para conjurar mis alegrías, inclusive, creérmelo. Vaciarme hasta quedar sin voz gritando que te quiero; decirlo a los amigos; murmurarlo al viento; declamarlo al recuerdo; susurrarlo a los siglos, o bien, a donde tenga el tiempo los oídos. Memorizar tu andar. Caminar tus huellas. Creer tus sueños; soñar que son míos. Imaginarte despierto mientras te tengo dormido y, vivir tu vida para no morir por tu ausencia. Sin embargo, ni la muerte es suficiente... nadie es indispensable.
Podría intentar ser un hombre mejor, de bien, con inmejorables intenciones, y no sólo eso, arrancarme la piel a jirones milimétricos si varado me quedo en el intento. Ser ordenado por dentro y por fuera. De pies a cabeza. Integro de cielo abierto de mente a mar adentro en tu pecho. Franco de luna llena en mi espejo a tu cuarto menguante. Pero nada de eso importa, sabes muy bien que no soy indispensable.
Podría, de poder a poder, competir con tu mirada, sin embargo, tu mirada siempre se estrella en mi frente como un as de estrella estrellada; como un rayito de sol, de ese sol blanco que perfora los males brindándoles una luz de esperanza. Tus ojos, en cambio, son vigor, fuerza, ímpetu para seguir. No hay camino; no hay final, sólo mucho que seguir. Tu cabello es furia, es tormenta... un huracán. Por otro lado, tus labios son dulces y amargos; vino y miel, pan y ansiedad; cause de tu cálida sonrisa donde aterrizan mis alegrías y, ramblazo de lágrimas de ternura donde se embriagan mis derrotas. No obstante, es una descomunal y alentadora tristeza darse cuenta que no eres indispensable.
Lo que, en cambio, verdaderamente es indispensable; son estos textos que envío a tu mar, y escribirte cientos de estos si con tan sólo uno de ellos logro mantener la esperanza de volverte a ver aunque sea por una única ocasión, o mejor aún, verte por siempre, en cada segundo de mis días para no tener que volverte a escribir.
Junio 2010 |