Salí de mi casa, como todas las noches cuando vi luces por todo el cielo… Me acerqué y pude observar que las luces provenían de los Bomberos. Pregunté qué había pasado a un muchacho alto, parado en una esquina, con barbilla, encapuchado y pálido. Me dijo que había ocurrido un choque entre dos autos. Miré a un lado y pude ver dos autos totalmente deformados. Observé que los bomberos trataban de sacar a una mujer totalmente ensangrentada, enganchada en medio uno de los autos… Vi mucha sangre y vidrios rotos. Le pregunté al muchacho de quién fue la culpa. Mía, respondió. ¿Cómo?, le pregunté. Me contó que estaba caminando por la vereda cuando sintió un impulso por cruzar la pista. Fue como una mano jalándome, dijo. Y cuando estaba cruzando, la misma fuerza me detuvo. Un auto que estaba pasando por donde yo caminaba se desvió, chocando contra otro que iba en la pista contraría. Casi pude ver todo en cámara lenta… La cabeza despedida de uno de los autos al empotrarse contra una varilla que estaba en un auto parado al frente; la cara de otro chocando contra la ventana delantera, volviéndose en un amasijo de vidrios y sangre; el cuerpo de otro doblándose por la fuerza del choque con el auto que iba en sentido contrario… ¡Basta!, le dije. Este calló, bajó la cabeza, para luego darse la media vuelta y desaparecer por una de las esquinas del barrio… Me acerqué con mi perro por donde estaban los bomberos y les traté de hablar. Les dije lo del muchacho. Ellos dijeron que no había ningún muchacho por los alrededores… Miré a mi perro y seguí mi paseo hasta volver a mi casa. Apenas entré, busqué una silla para descansar. Me senté y cerré los ojos. Dormí y en mis sueños encontré al muchacho… Le pregunté quién era. Me dijo que en eso estaba, pero nada, todo era una larga pesadilla de accidentes, muertes y gente paseando a sus perros…
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