Primero, qué significa odiar a alguien. Si pensamos en lo antagónico, es contrario a amar; entonces porqué amo a alguien: porque me hace un bien, porque me hace feliz, pero por sobre todo; lo más importante, porque existo para ella y significo también parte de sus alegrias y sufrimientos. Invertir este razonamiento me lleva a pensar que alguien para quien no significo nada, ni pena ni gloria es digna de mi desprecio. Obviamente no es suficiente, ahora si agrego que me causa dolor y sufrimiento, entonces me acerco a un sentimiento de repudio, sin embargo el corolario es el tipo de dolor; no es cualquiera.
Así fue como había ocurrido. Yo la quería, hasta pensamos en casarnos, formar una familia y llevar una vida tranquila, llena de todos los esfuerzos que vimos en nuestros padres. Pero apareció Arjona. Primero solo fue un cassette comprado en la Feria del Disco, luego un póster, y otro, y otro más. No era nada importante, a poco andar todo estaba inundado de Arjona, perdón Arjonita… ¡mi amor!, decía todo el día. Intenté una estrategia obvia, casi absurda, y le regalé un CD de Alejandro Sanz, que también le gustaba; pero ni porque era digital y con mejor sonido dejó de escuchar Arjona en el living, en el baño, en la cocina, en la pieza, en el auto, en la cama cuando hacíamos el amor (se sentía mucho más excitada sí escuchaba las eróticas canciones del "trovador"). Algo comenzó a desvencijarse, ya no cuadraba la relación. Había una cuña, un triángulo amoroso con un ausente, y en más, un desinformado cantante Guatemalteco con cara de loro, o de galán seriote si se quiere, que canta de sexo tan fácil y simplemente como si se tomara una Coca Cola. Como hombre despechado solo me quedó morderme y seguir mi vida, caso tan típico en nuestra atribulada sociedad. El tiempo pasó y seguimos viviendo nuestras vidas con un tercer miembro en nuestra relación. Ya no era sólo la música de su querido cantante, sino también su actuación en viña en el plasma nuevo, eso creo daba exacerbación a sus orgasmos. Ahora visto a la distancia no sé si agradecerle, u odiarlo aún más. Y como todo un Rolling Stone el "artista" desembarco en Santiago, leía eso en el informativo cuando sonó el teléfono: chanchito viene Arjonita, compré dos entradas en primera fila (a un precio que dolía el estomago, y con mi plata). Mi reacción fue variada, primero pensé en no ir para evitarme la lata de escucharlo y verlo a cinco metros de distancia, pero si no iba, le dejaba la cancha abierta a este don Juan armado de guitarra y micrófono, cómo evitaría que la chanchi de fans pasara a una idolatra enfermiza, además si la cosa pasaba a mayores y ganaba el concurso para compartir el brindis y conversación en el hotel con él, y si además… mmm, no, no lo permitiría, jamás, primero muerto; no la dejaría que me engañara con ese mequetrefe. El día del recital estaba extasiada, vestida provocadora como una musa, amen de su vestido escotado (nuevo lógicamente) estuvo el peinado, los aretes y los zapatos italianos hechos a mano… y con mi billetera. Pero yo la quería, aunque fuera compartida con ese otro individuo.
-Mi amor crees que Arjonita se fijará en mi aunque sea una sola vez-
-Toda la noche cielo, sino es ciego-
El coliseo estuvo lleno, 98% mujeres creo; debí ser uno de los pocos idiotas que estaba sentado en primera fila; casi me morí, escuchar las mismas idioteces por enésima vez, pero coreadas por cientos de mujeres, entre ellas la chanchi. Cuando terminó el suplicio nos fuimos a casa, mientras miraba una y otra vez las fotos que no tomamos junto a Arjonita. El día había terminado, y yo sobreviví para contarlo.
Desde hace ya un tiempo sabía que la situación no pintaba para bueno, la debacle vino cuando quiso ir a Argentina a ver otro recital. ¡No! ¡No! y ¡No! fue mi respuesta ya con rabia retenida explayé todo mi rencor. Suplicó, lloró y cuando el llanto se le pasó, volvió a llorar. Entonces, armado con un ramillete de flores le pedí perdón y le hice ver que plata no tenía para esa aventura.
-No te preocupes-
dijo llena de júbilo
-Ya tengo todo resuelto con un grupo de amigas-
Así puedes cuidar a mi mamá mientras yo no estoy, es lo último que recuerdo cómo conversación civilizada.
Entonces llamé a Sergio, un viejo amigo, sicólogo y "atiendelocos" de esta ciudad deschavetada.
-Tienes que hacerle ver que esa fascinación es peligrosa-
-Pero cómo Sergio-
Le dije al borde de la ira.
-No escucha y cuando le hablo ¡llora!-
-Viejo amigo, mientras antes mejor, esa obsesión puede terminar muy mal-
Su consejo era claro, y era lo que había que hacer.
La espere en el estacionamiento del Aeropuerto, venía como loca, como pisando entre nubes.
Me abrazó y casi sollozando me dijo
-Soy tan feliz chanchito-
-Mi amor, tengo que hablar contigo-
dije sin sacarme las gafas.
-No me vas a preguntar cómo me fue-
-Si… si, pero es importante-
-Qué pasa-
Le expliqué mi gran problema que se resumía en una simple y definitiva frase
-Arjona o yo mi amor-
Un silencio momentáneo lleno el lugar solo entrecortado por los estridentes aviones.
Di vuelta para encender un cigarrillo, casi ya podía escuchar su llanto y su abrazo lleno de arrepentimiento. Mientras eso noté como el humo del cigarrillo era arrastrado por una leve brisa, eso fue primero al portazo que escuche seguido del motor del auto que se perdía rápidamente en la ruta, como el fade out de una canción… de Arjona.
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