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Caminata Vespertina
Abiam Vega

A Dania, que vive curiosa en las mentes de muchos.


La caminata diaria de Paula después del trabajo por esa antigua calle era ya tan habitual como el cigarrillo del camarero del restaurant de la esquina, las señoras cuchicheando bajo el letrero descolorido de la tienda de flores o aquellos señores de edad tomando el café vespertino, parecía la misma escena que cuando ella daba paso por ahí cuando era estudiante, esa zona aunque extensa y transitada no parecía haber mucho motivo de cambio, podríamos decir con mucha certeza, que uno de ellos sea quizá que ahora hay televisores más grandes que los de antes. Para Paula aquella caminata era motivo de reflexión, un vaivén de ideas que iban al compas de sus pies, pensaba en las cosas que haría, planes de viaje, amigos a quienes visitar; en algunos días nublados, en aquellas cosas que nunca hizo. Aquella tarde no parecía diferente a las otras, el nublar del cielo de noviembre como de costumbre, alimentaba aquellos recuerdos de momentos pasados, algunos sin duda gratos de ser recordados, como ella de niña jugando en la misma lluvia que hoy la empapaba de melancolía o en aquella ocasión que un amigo del colegio le dijo cuanto la quería, a medida que los recuerdos avanzaban la lluvia incremento, a lo que Paula echo a correr a tan fuerte monzón, encontró refugio en el restaurant de la esquina que era mucho mejor que estar con la señoras de la florería y fingir que la plática era interesante.
Al notar la presencia de Paula, el camarero no dudo en acercarse "si que ha tenido que empaparse hoy, señorita" a lo que ella respondió un escueto "sí, eso parece" que hacía notar lo obvio, "¿quiere algo de comer?" dijo el camarero mientras sonreía, entendiendo que la comida y la sonrisa era motivo de propina, "un café está bien" respondió Paula mientras se sentaba cerca de un muro tapizado de fotografías. El restaurante de mesas redondas, de madera y herrería, adornadas con manteles blancos y un florero al centro, en una de ellas, un caballero diciéndole a otro "por culpa del gobierno" mientras sostenía una periódico con la mano y con la otra apuntaba al cielo con cierto desprecio; en otra mesa una pareja disfrutando unas nieves, algo irónico pues el clima era algo frio y ventoso; había cierto aire pintoresco en ese ambiente. En una esquina del restaurant estaba sentado un hombre, sin hacer mucho, solo miraba una hoja de papel doblada que sostenía con ambas manos, como tratando de descifrarla o tal vez usando la hoja como una ventana a una reflexión pendiente; Paula no pudo dejar de sentirse intrigada ante la mirada de aquel hombre, además de sentir cierta familiaridad en su rostro; le recordaba a Marco, un amigo que conoció en la preparatoria, aunque de ese tiempo ella no podía recordar un momento en el que Marco no estuviera a su lado, el cine, las fiestas, el teatro, el parque o haciendo las tareas, el estuvo siempre presente.
Paula quiso siempre a Marco pero por alguna razón nunca se lo hizo saber, para ella el estar con él era resultado absoluto e inevitable del destino, en secreto se hacia la idea de como era vivir junto con el, casarse y cosas así, tal vez propias de la edad. Recordó aquella mañana en la biblioteca, en la que Marco le pregunto "¿Paula, me quieres?", ella se quedo enmudecida ante aquella audaz pregunta, mientras él le confesaba tímidamente "te quiero tanto Paula, quizás me enamore de ti... quería que lo supieras", intentaba justificar su silencio por el no saber si su aprecio por marco podría equivaler a amor, lo supo hasta algunos meses después cuando se entero que Marco iría a la universidad en otra ciudad; como una explosión, una combinación de tristeza, ansiedad de querer decirle cuanto es que lo quería, todo aquello que disfrutaba de él y que odiaría el hecho de ya no verle más, no bastaron. Pues, cuando tuvo que despedirse, sus labios solo exclamaron "que tengas mucha suerte Marco, seguro te irá bien" mientras que en su abrazo intentaba retener las lagrimas.

El desfile de reminiscencias fue interrumpido ante la intención del hombre por dejar el restaurant, mientras se dirigía a la puerta, Paula combatía las dudas de si aquel hombre era o no Marco, se levanto un poco aprisa pero disimulando, siguiéndolo delicadamente a la salida "Disculpa... ¿Marco?,¿ te acuerdas de mí?" exclamo ella con cierta emoción, el hombre dio vuelta y con sus ojos profundos miro la sonrisa de Paula, sonrió tenuemente y expreso "no disculpa, seguro te confundes", Paula volvió a la mesa lentamente con la mano empuñada en el pecho, como intentado desvanecer aquella fantasía en la que ella encontraba otra vez a Marco, poder estar con él como antes, quizás hasta mencionarle cuan torpe fue de su parte no decir lo que sentía. "Disculpe señorita" llamo el camarero, "Aquel caballero me pidió que le de esto, espero no sea molestia" a lo que Paula lo recibió con asombro, se trataba de la hoja que sostenía aquel hombre... que sostenía Marco, rápidamente desdoblo ese enigmático papel y leyó:

"Paula he venido a la ciudad, al funeral de mi padre; aprovechando un poco mi estancia he decidido verte. Hable con tu madre y me dijo donde trabajabas, he ido a verte, pero no tuve el valor de acercarme; se que te sonara tonto pero mis sentimientos hacia ti no han cambiado nada desde que me fui, me encantaría tanto saber si aun sigues con él, no podría soportar verte acompañada otra vez; en realidad, es por ello que me fui, sé que me querías y lo notaba en cada momento que pasábamos, pero al parecer no tanto como yo lo hice a ti, quizá le deje esta carta a tu madre o quizá nunca la recibas. No sé qué hacer aun.

Te quiere siempre
Marco.


Te reconocí al primer instante, quiero que sepas que te vez tan linda como siempre has sido, le pediré al camarero que te entregue la carta, lo he estado pensando y llegue a la conclusión de que no podemos evadir el destino, que quizá y aunque yo no quiera, llegamos a un final en donde tus pasos ya no podrán ser los míos. No te pido que me perdones."

Texto agregado el 27-06-2010, y leído por 128 visitantes. (2 votos)


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