Cuando digo que te quiero no es porque sienta mariposas en el estómago.
Me parece que el amor es un pretexto para fornicar.
Y no necesito de eufemismos para hacerte el amor.
Te hago el amor cuando al encontrarte en el pasillo esquivo tu mirada,
Y te acercas tímidamente hacia mí para luego decirme con descaro:
Necesito hablar contigo; interrumpiendo abruptamente mi concentración por ignorarte.
Mis ojos encuentran reposo en los tuyos y me entrego al cálido recibimiento,
Me doy cuenta de que es inútil resistirme pues tienes presos mis sentidos,
Me esposas con tus manos entrelazadas con las mías,
Luego, me encadenas con tus brazos alrededor de mi cuello.
No te importa quién nos mire o nos escuche.
Aunque no decimos nada, permanecemos comprometidos.
Tiemblo para articular sonidos, balbuceando alguna frase que me oculte.
Los sutiles juegos de palabras me delatan, te digo:
Me gusta más la química pero la física puede ser importante.
Entonces pierdes la cordura y olvidas el aforismo,
El secreto lenguaje que inventamos sin convención para comunicarnos.
Me miras tan intenso que prefiero alejarme, devorando mi realidad,
Mordiéndome los labios para no confesar lo que mi rubor revela.
Sabes que no puedo olvidarte, dejo el juego pero pronto lo retomo.
Espero un mejor momento para ponerte en jaque
Pero mis tácticas resultan inocentes en una partida perdida
Por la distancia establecida entre tu tiempo y el mío
Debo establecer un puente que acorte este abismo
Solo que no quiero construirlo con vagas ilusiones,
Talvez nunca sea sólido, pero lo cruzaremos siempre que queramos
Cuando la necesidad de tenernos sea imperante, tanto o mas
Que la necedad de vivir nuestras vidas; con los tuyos, con los míos
Sin que nunca lleguen a conocerse, pasando desapercibidos, escondidos
Guardando para el encuentro todo el amor que quedo atrapado
En la promesa de mantenerme virgen hasta que cicatricen tus heridas
Con el suave bálsamo de nuestra separación.
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