Las luces estaban apagadas. La oscuridad reinaba.
Muchos ya se habían marchado,
con la soledad que regala la tristeza.
Compartiendo las sombras del pasado
y las ausencias del presente,
algunos lloraban sentados en los cordones de las veredas.
Eran millones escondidos en la oscuridad de la pobreza.
Eran millones cerrando sus manos, como queriendo
destrozar la injusticia.
Eran millones los que aún desde la desesperanza,
la esperaban.
Desde la eternidad de la historía,
ella extendió su mano y los acariciaba en silencio.
De la ciudad, solo quedaron ruinas,
ruinas que se convertían en cenizas todos los días.
Las luces estaban apagadas y ellos aún la esperaban.
Con su paso lento, con su sonrisa segura,
con la promesa de justicia en sus palabras.
Algunos la reconocieron y sin preguntarle el rumbo,
la siguieron, eran millones.
En una ciudad en ruinas la oscuridad fue desterrada,
y entre millones, ella encabezó la marcha.
Con la promesa de justicia entre sus manos.
En una ciudad en ruinas, ella había regresado.