- ¿Me miras a mi?, ¿no tienes otra cosa que hacer?, vaya aspecto que tengo ¿verdad?, tu sin embargo estas radiante, eres hermosa, como tu madre, ¡Juani! ¿dónde estarás?, si pudiera acabar con esto y partir contigo.

¿Sabes?, esta sala me da miedo, fíjate, a mis años, cuando después de la interminable tarde apagan las luces y quedo rodeado de esos bultos informes tumbados en las camas, me entran unas ganas terribles de llorar, ¡no quiero estar aquí!, ¿no me entiendes?, solo quiero paz, no quiero ver más a esas alimañas vestidas de blanco, me hablan sin sentido y me hacen perrerias con los tubos y las jeringas.

Luego cuando tu vienes ponen la sonrisa, pero me odian, lo sé. ¡Llévame a casa!, es mi casa, tu lo sabes, yo la compré con mamá un año antes de que nacieras, que linda eras, cómo te escondías detrás del sofá cuando yo llegaba del trabajo, y llenabas la casa de risas cuando yo fingía asustarme al no encontrarte.

¡Carmen llévame!, vámonos a casa, quiero jugar de nuevo al escondite, veras como me porto bien, y seré bueno.

¡Mamá la niña se ha hecho pis!, ¡déjame!, ¡noo! Las ratas nooo, ¡llevaros las ratas!, ¿sabes? eres igual que mi hija, porque yo tengo una hija que se llama Carmen, ¿sabes?, es una niña rubia muy linda que..., ¿dónde estoy?, ¿ha visto usted a mi esposa?.

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- ¿Cómo lo ve?

- Como siempre, es una pena verlo así, inmóvil, como un vegetal, ¡con lo que él ha sido!

- tenga en cuenta que son 98 años, tampoco se puede esperar mucho más.

- Ya lo sé, pero si por lo menos hablara...