Existe una repugnancia descomunal dentro de mi ser por la burocracia. Sentirse inmiscuido en las tabernas de la rigidez, de lo frívolo, de lo repugnante. Saberme espectador del capitalismo más que victima, verdaderamente me entristece pero, ser participe… eso me muele. Forjarse en el fango y vivir en él, es entendible, ¿pero alimentarlo? y peor aún, retroalimentarse; es inconcebible. Cuesta trabajo mirar que “si sólo somos marionetas de rodillas por migajas a sus reglas” 1 ¿Por qué rendirle culto a tanta mierda?

Me da asco la globalización junto con el entorno en el que opera y, a menudo, con piadosa nostalgia, observo como la brecha entre los ideales y los deberes día a día es más amplia. El simple hecho de mirar el contraste estrepitoso entre el deber y el querer, me mata. Encomendar los días al tono gris oficinesco, a la represión del tiempo y del espacio es autodestrucción; razón suficiente para sentir nauseas ante los burócratas. Sólo son maquinas desgastándose sin mediar el deterioro interno con la oxidación del exterior. Aletargados por la ilusa estabilidad de sus bolsillos, más nunca la del corazón. Sin embargo, no se puede pedir mucho; cuando se posee tanto complejo de inferioridad lo mejor es tener el poder de una silla presidencial. Para ellos esa aspiración lo es todo. Sentir que en sus manos está el poder de cambiar el futuro de los demás y si les place destruirlo, es estar en la cima, en su cima. Para ellos es importante sentir que son alguien. “¡Qué curioso!, yo no les puedo ver la cara de alguien, sino de algo.” 2 Figuran cosas. Una ornamenta más, opaca y gris, invisible en la patética oscuridad de su oficina, de su caverna. Sin embargo, caminan por los pasillos muy joviales y campantes co-mo un día de primavera pero, en el fondo son huecos. Asquerosos y huecos. Y son acreedores de la más repugnante de las piedades: la piedad que se le tiene al que ni siquiera se pertenece. Nunca he visto peor soledad, que la más deprimente soledad del que no se tiene a sí mismo.
Me rehúso a ser marioneta. Me rehúso a no tenerme… a no quererme.

1 ¿Has notado? Alejandro Santiago
2 La tregua. Mario Benedetti

Octubre, 2008