¡Hola, padre Waldo! ¡Qué gusto de verlo! ¿Cómo está usted?
El aludido miró y, al reconocer al que lo saludaba, le respodió con efusión:¡Don Jaime! ¡Gustazo también de encontrarme con usted!
El cura y el asiduo parroquiano de la "Picá del Ojo" (ver "Veredicto Guachaca") se fundieron en un no menos efusivo abrazo.
¿Qué es de "su vida", padre?
Igual que de "bajada", charrasquó el cura, que era muy dado al juego de palabras. Estoy bien, don Jaime, ¿y usted?
"Fregao" y sin novedad, bromeó también el hombre. ¿Dónde vive usted ahora?
Allá, en la parroquia, al otro lado de la plaza, donde llegué hace un año. Cuando me trasladaron fui a despedirme de ustedes a la Picá...
Fue justo cuando yo no estaba, padre. ¿Y sabe las últimas novedades de la Picá?
Nada. Como mi hermana jubiló y a mí me trasladaron de parroquia, no he tenido noticias.
Hay harto que contar.
Don Jaime, mi buen amigo. ¿Tiene tiempo ahora? Lo invito a almozar y ahí me cuenta.
Sí tengo, padre. Andaba por aquí consiguiendo un trabajo y me fue bien. Mañana empiezo. Le agradezco la invitación.
Vamos, entonces.
Atravesaron la plaza, entraron en la casa parroquial y, mientras se calentaba la comida, se lavaron las manos y prepararon la mesa.
Hoy le toca envenenarse conmigo, porque yo cociné.
¿Usted mismo se cocina?
A veces, porque hay una señora que viene dos veces a la semana. Cociné, para variar, arroz con pollo. ¡Ah! también por allí hay un buen vinillo. Tome asiento.
Y mientras saboreaban el alimento, conversaron.
¿Se acuerda, padre, de don Lito?
¿El dueño de la Picá? Sí que me acuerdo. ¿Qué le pasó?
Él acostumbraba a proclamar a los cuatro vientos (e imitando la voz y los gestos de don Lito, continuó): Yo sé de todo: abogacía, arquitectura, medicina. Soy un autodidacta, y dejo atrás a cualquier profesional que me pongan por delante.
¿Y alguien le creía?
Algunos se tragaban el cuento, pero, los que tenemos dos dedos de frente optábamos por el silencio. No íbamos allí a discutir sino a pasarlo bien. Dejábamos que fanfarroneara. Se las daba de vivo. Y lo era.
¿En qué sentido lo era?
Le contaré, para que vea. Tiene dos hermanos que, con él , heredarían el negocio, y un buen edificio de dos pisos, donde funciona la Picá. Usted lo conoce, padre. Cuando su mamá se enfermó, se mostró como un buen hijo. Se la llevó a su casa. Pero, cuando ella no podía valerse por sí misma, se las ingenió para que le firmara papeles, donde la traspasaba todos su haberes. Sus hermanos lo supieron cuando ella falleció, y no pudieron hacer nada.
Soy aventajado, soy emprendedor, soy inteligente, decía.
Muy vivo, al parecer, por lo que hizo.
Al parecer, nomás, padre, al parecer.
¿Por qué, don Jaime?
Hace un par de años, se separó de su mujer y se fue a vivir con su amante, la Gloria, que había sido garzona en la Picá. Confió tanto en ella, que fue traspasando a su nombre todo lo que él tenía. Cuando ya lo había hecho, ella lo puso de patitas en la calle, sin tener él siquiera dónde dormir.
¡Menuda estafa! ¿Qué le habrá pasado a don Lito que hizo eso?
¿Qué había pasado? El hombre, que creía sabérselas toda, no todo lo sabía. No se había dado cuenta de que ella era tan intrigante y manipuladora como hábil en la seducción. Había algo más que tampoco sabía: que ella era una mujer de practicas esotéricas, de malas artes, de conjuros y sahumerios; capaz de hacer males. Es decir, todos lo sabíamos, pero, nadie pensaba hasta dónde podía llegar.
De otro modo, no se explica que alguien tan avispado para los negocios y chamullos entregara, así como así, legalmente, todo lo que poseía a su amante. ¡No! Ella usó brebajes y sahumerios para doblegarlo; lo engatusó con su magia. ¡Ella misma lo cuenta! ¿Usted, padre, cree en eso?
Desgraciadamente eso existe, don Jaime.
Ahora, la peuca sinvergûenza esa, donde antes era garzona, ahora es dueña.
¿Y qué es de don Lito?
Él, el "vivo" de don Lito, fue acogido por un buen amigo y vive en la costa. claro que después de pasar dos meses en el psiquiátrico debido al impacto de la pérdida de "su amor y de la heredad mal habida.
Y pasea su orgullo venido a menos, por los roqueríos del litoral, rumiando su pasado y maquinando terribles venganzas. Es lo que cuentan los que se han encontrado con él cuando han ido a la costa.
¡Qué lástima, don Jaime!
Y cuénteme, ¿qué es de los amigos de la Picá?
Muchos nos fuimos. Porque al entrar allí, uno capta malas vibras en el aire. El ambiente es muy pesado. Así que nos fuimos a la Picá de "Los Buenos Amigos", la que queda en la otra cuadra. ¿Se acuerda, padre?
Sí, también pasé muchas veces frente a "Los Buenos Amigos".
El caso, padre, es que la Picá del Ojo ya no es la misma.
Ambos amigos guardaron silencio para digerir la historia. Al cabo de un rato, el padre Waldo filosofó:
En realidad, por lo que usted me cuenta, la Picá del Ojo no puede ser ya la misma.
¡Qué lástima, don Jaime! |