Hace tiempo tengo ganas de escribir algunas líneas. A veces me pongo a pensar en todo lo que quiero decir, en todas las palabras que se me han quedado atascadas en la punta de la lengua o en la punta de los dedos. Y hoy que tengo el teclado justo frente a mí, las palabras parecen asustarse y quedarse congeladas en cierta parte de mis brazos.
Hoy te estuve mirando. Detesto hablar de amor, creo que te habrás dado cuenta de eso. Detesto decir lo que siento porque es estúpido. Pero te miraba, creo que fueron sólo unos segundos y por un momento sentí miedo. Sentí miedo de todo. Por eso ahora estoy escribiendo, porque no me quiero quedar paralizada y olvidar que escribir me hace bien, que es sano, que cura los males, que nos hace más razonables, que nos libera o nos ata, pero nos hace algo, es mejor que congelarse en el vacío. Sé que tienes muchas preguntas, que a veces te cansas de tanto darle a la pensadora. No es mi culpa que el mundo se nos haya ido a la mierda y que estemos en un punto neutro o muerto. En verdad ya no sé qué es lo que pasa a nuestro alrededor. Hoy quería escribir algo interesante. Quería pensar bien las palabras que iba a plasmar en esta hoja. Pero aquí estoy, trabada en un montón de palabras vacías. Estoy aquí intentando soltar algunas sílabas, porque no me quiero congelar y morirme con la boca llena de palabras y que las condenadas se me pudran y me parezca a un frasco de tinta roto, botado en algún basurero de alguna habitación, de alguna casa, en algún lugar del mundo.
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