LAS VIUDAS
Se reencontraron después de casi cuarenta años sin verse. Habían sido íntimas amigas, inseparables en el secundario, de compartir hasta sus ropas, de dormir en el mismo cuarto, de contarse absolutamente todo. Cuando se recibieron, misteriosamente dejaron de verse, se casaron, y sus vidas corrieron por distintos andariveles.
Ahora estaban, por casualidad, una enfrente de la otra en la puerta del gimnasio. Tenían mucho para conversar, y un sinnúmero de cosas en común: eran viudas y abuelas a la vez.
Se fueron a tomar el té, a la confitería más cercana, como en los viejos tiempos. Se dijeron mutuamente, que estaban espléndidas. Hablaron, por supuesto, con orgullo, de sus difuntos maridos.
Una decía que lo seguía viendo por las noches, que lo sentía cerca, que hasta hablaba con él. “Siempre fuiste creyente” le contestó la otra.
” Yo, sin embargo no te niego que lo extraño, pero acepté los hechos como se fueron dando y ahora disfruto de las cosas que me dejó, a mi hija y a mis dos hermosos nietos. Para mi fue todo más difícil, no tuve la suerte que tuviste vos. Mi marido viajaba mucho y era un poco egoísta”.
” Siempre fuiste escéptica” le dijo la otra sonriendo.
Prometieron volverse a ver y seguir platicando como cuando eran adolescentes. No fue posible, porque supieron mas adelante, que hablaban del mismo hombre.
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