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Sus ojos se encontraban eyectados en sangre, brillantes, saltones.
Quienes observábamos su expresión no imaginábamos otra cosa que aquello que estaba por acontecer. Nadie era capaz de impedirlo, o intentar convencerlo para que no lo hiciera. Solo una mujer desesperada atinó a decirle:
-¡ No...!, ¡No lo hagas…!
Fue tarde, todos enmudecieron con el estampido de la pistola con que disparó sobre su cabeza.
Las luces se apagaron, el silencio se apoderó de todos ante la impotencia por evitar la situación. Mientras tanto, una luz azul se desplegó sobre el escenario y aturdido por aplausos, el actor saludó a los concurrentes.
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Texto agregado el 24-06-2010, y leído por 310
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