Rosario tenía 18 años, venía del norte a estudiar pedagogía. Nunca le interesaron realmente los estudios, ni siquiera eligió su carrera, todo su mundo giraba en torno a lo que su padre quería.
Ella era la niña de sus ojos, era la típica niña del colegio de señoritas que no podía juntarse con las del liceo.
Era la hija de las familias poderosas en Ovalle, ciudad que más que ciudad parecía pueblo, por que todos sabían lo que se hacia y dejaba de hacer, quien viene de tal o cual familia.
Ahora estaba en Santiago sola. Pasó de la sobreprotección de todos en aquella ciudad a el desamparo que tendría en Santiago, situación que no le incomodaba mucho, ya que fuera de los ojos de sus padres. Mejor aún en esta ciudad podría hacer muchas cosas que siempre deseó hacer de niña.
Felipe tenía 22 años. Tenía un largo camino recorrido en comparación a Rosario, Por aquella época estaba estudiando Educación física , después de haber dejado Historia,
Vivió su niñez en Rancagua en su gran casa quinta, con todos sus amigos imaginarios, su casa del árbol, sus mil árboles de mil frutas distintas, creció entre la naturaleza y su imaginación.
Años después en Santiago, tuvo que aprender a relacionarse con los demás niños, desde alcohólicos, pasando por traficantes hasta los niños del hogar de cristo. El sabía lo que era la vida en comparación de esta niñita cuyas máximas vivencias que tenia era tener novios a escondidas.
En un ambiente donde la universidad vivía en de protestas, llena de paros, pintada absolutamente de rojo , en tiempos que solo pronunciar ese color era sinónimo de detención , las vidas de Felipe y Rosario se cruzaron,.
Su enamoramiento fue inevitable, era pues imposible que no sucediera, era más que una atracción, era casi una predestinación.
En Santiago su amor podía cumplirse, lejos de su padre, Rosario podía amarlo.
Se amaban todos los días, bajo canciones de Silvio Rodríguez y Eduardo Gatti, prácticamente vivían juntos, tanta pasión traería consecuencias, de esas que no se pueden contener, era obvio, el amor necesitaba dar sus frutos, y una estrella en el vientre de Rosario comenzó a crecer.
Los frutos del amor , los enamorados no pueden evitarlos, y por muy complicados que sean, querrán guardarlos para siempre, y no interrumpirlos, mucho menos regalarlos
Para Rosario era preciso comunicar que estaba enamorada, que se casaría y que en su vientre ya estaba creciendo una nueva vida producto de su amor.
El problema era su padre. Qué difícil era presentarle el primer novio, cuando no la dejaban ni si quiera tener amigos. Más difícil sería darle las otras dos noticias.
Decidida, le informaría a su padre, él estaba por llegar de un viaje de los que siempre hacia a Santiago. Al llegar su padre, con solo una mirada lo uspo todo. Evitaba quedarse solo con ella, por que se negaba a las noticias que le daría. Hizo fiestas en familia, la llenó de regalos y la trató como siempre, como su niñita. Al estar cerca de las fiestas de fin de año se la llevó a Ovalle como estaba acordado.
Felipe no podía saber nada de ella en esos días, Rosario se lo había prohibido, ella era quien debía hablar con su padre y él solo sabía que lo llamaría para que lo conociera pero después de haberle contado todo.
Ya en Ovalle Rosario no lo resistió más, detuvo todas sus evasiones y le dijo que estaba embarazada, que estaba enamorada, que tendría a su bebe y que se casaría.
Las palabras su padre fueron categóricas:“dúchate , vamos al doctor , que tu te haces un aborto y a él no lo ves más”.
Con su madre rezando implorándole que no fuera así, que por sobre todo debía prevalecer la vida y que jamás podría limpiarse de un pecado así, menos si era en contra de su niña.
El patriarca rompió en llanto abrazado a las piernas de su hija, implorándole que no lo dejara, que no lo abandonara. Rosario lo levantó y le dijo que si no permitía tener a su bebe la perdería para siempre. Sin más remedio pidió ver al joven a la mañana siguiente.
Rosario fue rápidamente a llamar a Felipe , “Ven que mi papá te quiere conocer” fueron las únicas palabras que alcanzo a escuchar. Tomó el primer bus a Ovalle, una ciudad que no conocía, no sabia donde llegar, no sabia donde ir, no sabia nada. De madrugada llegó a su destino en donde lo estaba esperando Fernando, su cuñado, lo llevó a la casa y le deseo suerte, durmió un par de horas para ser presentado por la mañana.
El padre al ver a Felipe fue como que si hubiera tenido otro hijo, le dio unas palmoteadas y se fueron juntos a hablar.
El futuro abuelo ya estaba tranquilo, había conocido al futuro esposo de su hija, y era todo lo que el había esperado, su hija había hecho una buena elección. Inmediatamente Felipe conoció a toda la familia y en dos minutos tenían preparada la boda. Contentos todos con esta nueva unión y el bebé que venía en camino.
Los dos novios felices y dispuestos a todo lo que se les vendría por delante, luchando por una estrella que aun no conocían pero si sabían el poder de su luz, puesto que la habían creado la unión de sus dos corazones, tenían el valor de seguir adelante ante cualquier adversidad y la certeza de que en su proyecto triunfarían.
Después de algún tiempo Felipe y Rosario se habrán casado, su pequeña nacerá agonizante, agotada por todo lo que había luchado su madre antes de su alumbramiento, seguirán con la fuerza de los dos enamorados y ahora sumada la de su hija, viviendo tan sólo de amor. Tanto amor que se les sumará un cuarto...otra estrella crecerá.
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