I
Te asiré con los dientes y las garras
del alma,
con la furia que da,
mi amor, la vida,
en mi tierna ilusión, la fuerza viva
de llevarte a los cielos.
Te daré los desvelos
sangrantes de mi herida
y sabrás que en el pecho sigue abierta,
y si la tuya al fin quedó desierta
te amaré por los dos,
no importaría.
Como águila que soy, alzaré al viento
mi presa así robada,
seré la dueña alada
de tus besos;
y así, serás por eso
el preso
de mis ansias.
II
Pasajero feliz
tú, rescatado
de tu reja tediosa
en el pico de un ave
prodigiosa
que te lleva, segura.
Abajo, las premuras
y el ruido de la gente
que tropieza impaciente
en las aceras;
aquí, el anhelo vuela
hacia las nubes.
No llueve, y si lloviera,
bajo mis alas te protegería,
polluelo displicente
despliégate a mi brisa,
tengo rayos de sol sobre tu suelo
y soplos de ternura.
¡Tú no querrás bajar
de las alturas!
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