Salto por mi ventana y caigo sobre cemento, me rompo par de huesos y sonrío, me sacudo el polvo y camino... Se hacia donde voy pero no lo recuerdo así que me dejo guiar por mis instintos, golpes son anestesia que me causa perdida de memoria... Con un salto gigante agarro un trozo de luna y con dos rebanadas de pan que llevo en mi mochila me preparo un sándwich de queso; es mejor cuando hay luna nueva y nadie ha metido sus garras en el plato, disfrazo el sabor a polvo espacial con un trago de aguardiente.
Hay mil caminos y todos van a mismo lugar, de un brinco estoy en la puerta, aquí es donde quería llegar, con mis pantalones húmedos y un río saliendo de mi boca soy recibido por una docena de animales con poca ropa, un par de murciélagos atienden la barra y chupan mi sangre sin dar nada a cambio.
Abro los ojos y estoy tirado en el piso, el dolor no me deja pensar, el último escalón estaba fuera de mi alcance, siempre lo está no me gusta aprender, es más divertido escaparme aunque los guardias aún duermen... La última vez me abriste la puerta y odié tu tono amable, te inyecté un tranquilizante y desde entonces duermes como un bebé... Es muy aburrido cuando no estoy entre rejas, extraño el sabor a su oxido que mastico con fuertes dientes y las virutas las bebo con agua tibia que como te de tilo, me relajan, como café sin cafeína, como vino caliente.
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