Escribe: Borarje
Recuerdo los años 60’s, en aquella década transcurría mi infancia. Los niños no éramos muy distintos a los de esta época. Entonces había niños traviesos, otros distraídos, inquietos, juguetones, curiosos o parlanchines; ruidosos, formales, desaliñados, sucios, olvidadizos, estudiosos o flojos... Mas todos éramos niños “normales”.
En no pocas ocasiones crispábamos los nervios de los adultos, quienes desarrollaron un extraño placer por compararnos siempre con alguna especie de animal. Decían, por ejemplo: “Deja de moverte, pareces lombriz”, pero también podíamos parecer cotorras y nos exigían deja de hablar tanto”. “Niños, parecen perros y gatos, dejen de pelear”; “corren como caballos salvajes”; “Parecen cerdos, mira qué cochinero tienen aquí”. “Pareces vaca, deja de mascar chicle”. Nuestras mochilas parecían “nidos de ratones”, nuestras recámaras eran un revoltijo, siempre estábamos “en la luna” y vestíamos “como pordioseros”...
En la escuela los había de puras calificaciones de excelencia, otros la íbamos librando, unos más pasábamos “de panzazo”. Nuestros profesores batallaban para que cumpliéramos con nuestras tareas, con frecuencia asistíamos a clases sin una pluma para escribir, carecíamos de una libreta de apuntes, olvidábamos el libro... Y nos decían: “Si tuvieras que ir a la guerra a ver si olvidabas el fusil”.
Montábamos en bicicleta durante horas, nos caíamos por tratar de hacer malabares sobre una sola rueda. Construíamos unos graciosos carritos con una tabla y llantas de baleros que luego nos servían para deslizarnos por empinadas y largas pendientes, los únicos frenos eran las suelas de nuestros zapatos, y todo esto sin usar casco protector, sin coderas ni rodilleras, Algunas veces montábamos dos y hasta tres en uno de esos carritos.
Nos lanzábamos de cabeza por la resbaladilla, Brincábamos al suelo desde el columpio, trepábamos a los árboles, escapábamos de casa por las ventanas sin importar que estuviéramos en un segundo o un tercer piso. Lo ropa nos duraba un suspiro, siempre estábamos sucios, raspados, golpeados, descalabrados... Así éramos los niños en la década de los 60’s.
Recuerdo haber escuchado decir a mi madre: Son insoportables, pero prefiero verlos así, quiere decir que son niños sanos, aunque termino el día rendida por estar cuidándolos todo el tiempo.
Mas de pronto, en los últimos años de la década de los 80’s algo cambió. Los niños “normales”, los niños sanos dejaron de serlo. Una repentina epidemia invadió a los niños, de pronto comenzaron a surgir por todas partes niños con un “desequilibrio químico en el cerebro” y los médicos diagnosticaban una terrible enfermedad llamada ADHD o “síndrome de déficit de atención e hiperactividad”.
Los psicólogos alertaron a los padres de familia. Los advirtieron: Si en sus hijos encuentran seis o más de 22 síntomas, sus hijos padecen ADHD
Lo más curioso es que yo hubiera podido encajar en 20 de los 22 síntomas, al igual que todos mis amigos de la infancia y nuestros papás nunca sospecharon que todos estábamos “enfermos”, siempre pensaron que éramos niños sanos, precisamente por ser como éramos.
Los síntomas:
Atención y concentración
1. Dificultad a la hora de establecer un orden en sus trabajos o pequeñas responsabilidades en la casa.
2. Le cuesta "ponerse en marcha" (para vestirse, hacer los deberes.....), pues se distrae fácilmente con cualquier otro estímulo.
3. Presentan problemas para mantener la atención hasta finalizar sus trabajos (hacen dibujitos, se distraen con el lápiz...).
4. Pierden u olvidan cosas necesarias (agenda, abrigo, bufanda, cartera, deberes.....).
5. Parecen no escuchar cuando se les habla.
6. Olvidan realizar sus trabajos cotidianos (cepillarse los dientes, recoger la ropa....).
7. Pueden tener problemas a la hora de seleccionar qué es lo más importante.
8. Prestar atención a dos estímulos a la vez (por ejemplo: seguir lo que dice el profesor y tomar notas al mismo tiempo).
Impulsividad
1. Con frecuencia actúan sin pensar.
2. Hablan en momentos poco oportunos o responden precipitadamente a preguntas que todavía no se han acabado de formular (delante de una visita, a clase...).
3. Les cuesta obedecer las órdenes, no porque no quieran obedecer, sino porque no están atentos cuando se les formulan.
4. Suelen ser poco previsores y olvidan planificar (se ponen a hacer sus deberes sin el material).
5. Interrumpen a menudo durante juegos o explicaciones.
6. Tienen dificultades para pensar antes de actuar.
7. Presentan dificultades para planificar.
Hiperactividad
1. A menudo mueven los pies y las manos o se levantan de la silla.
2. Van de un lugar a otro sin motivo aparente.
3. Se columpian sobre la silla.
4. Juegan frecuentemente con objetos pequeños entre las manos.
5. A menudo tararean inadecuadamente con la boca.
6. Hablan en exceso.
7. Durante el juego les cuesta esperar su turno y jugar de forma tranquila.
Los papás de la década de los 90’s se angustiaron al descubrir que sus hijos padecían la terrible ADHD y comenzaron a administrarles las drogas recetadas: Ritalin u otras alternas como Concerta, Focalin, Metadate, Cidrin, Cylert o Adderall. Los profesores recibían instrucciones precisas para administrar la droga a sus hijos en los horarios especificados por el médico. Los niños comenzaron a vivir medio sedados desde los seis o siete años de edad.
Algunos papás se dieron cuenta de las grandes ventajas que adquirían al descubrir la “enfermedad” de sus hijos. Administrándoles las drogas prescritas comenzaron a tener tiempo para acudir al GYM, podían asistir a reuniones sociales sin la preocupación de sus hijos, gastaban menos en ropa, porque ahora sí, la ropa les duraba a sus hijos que siempre estaban sentados ante la TV, tranquilos, sin trepar a los árboles. Lucían limpios, nunca se lastimaban, poco salían de casa y cuando llegaba alguna visita era un orgullo que los vieran “tan fomalitos”, nunca interrumpían la charla de los papás, nunca rompían algo... En fin, los papás se ocupaban sólo de que no les faltara el Ritalín y de administrarlo a sus horas.
Hoy me topé casualmente con datos interesantes: Resulta que los laboratorios Novartis alcanzaron en 2007 ventas por 374 millones de dólares sólo por el Ritalin. También descubrí que los laboratorios que fabrican productos químicos para evitar a los niños (anticonceptivos), o para matarlos una vez concebidos (DIU y PDD), son los mismos que producen las drogas para mantener semidormidos a los niños que no fueron evitados o asesinados a tiempo.
En Cancún, costa mexicana del Caribe |