Fue tan solo hasta ayer que resguardada,
en nuestra extraña forma de encontrarnos,
pude dejar de lado la gastada,
máscara que en mis venas se pudría.
Es que en nuestra amistad no era difícil,
dejar salir el alma sin medidas,
hoy nuestra realidad es el espanto,
de una ciudad oscura y sin medidas.
Me lavaré las ansias de su carne,
aprenderé a volar
en la justa medida de mi profunda herida,
le contaré a mi almohada que una tarde,
alguien bebió de mí y de mi piel herida,
que por solo un segundo tuve alma,
que hubo quién disfruto de mi sonrisa,
y en las lágrimas siempre es mas difícil,
comprender los desgarros de una verdad indigna.
Hoy se que mi deber es alejarme,
dejar que vuele solo sin mi voz asesina,
y esperar en lo sucio de mis huesos,
que él persiga la paz sin la agonía.
Yo seguiré cubriendo su tristeza
abrazando su sepulcro de ira,
en silencio sin que nadie lo sepa,
lameré los costados de sus costuras finas,
en donde muchas veces sangra un poco,
para dar paso luego a la alegría,
yo conozco la pena que lo ahoga,
soy la mitad perfecta de su melancolía
y desde este lugar lleno de sombras,
nunca estaré a la altura de su vida…
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