Me siento en la punta de tu cabeza y veo el mundo desde tu punto de vista…

Jugueteo un poco con tu pelo hasta que me aburro, me hago un tobogán súper rápido de cabello y te invito a lanzarte conmigo, estiro mi mano y con cariño me das la tuya, me muestras un juego perfecto de dientes blancos y brillantes.

El brillo marea un poco, miniaturas de ti, con carita llena de picardía me ofrecen agua azucarada, escojo la más turbia pues las cosas claras nunca me dejaron nada. Fuerte y concentrado de nuevo te miro.

Entre risas me empujas con un par de brazos fuertes de tanta práctica, resbalo, sé hasta dónde me lleva el paseo. El agua endulzada no me deja nada, inyecta miles de pequeñas dosis de insulina directamente a mi torrente sanguíneo que guardo como ampollas que sólo uso en casos de emergencia.

El paseo dura poco, manos gigantes llenas de dorados anillos donados por arrepentidos turistas cansados de colocar sus quejas en el buzón me recogen en el aire momentos antes de partirme la cabeza contra el suelo.

De nuevo sobre ti con un millón de ideas imposibles de expresar bajo a tu oreja y te comento lo único que me sale decir, que me hiciste falta.