Son muchos seres los que caminan en direcciones inversas,
con destinos, desconocidos como una gran tropilla de mortales con toda
su ligereza,
Resignados, distantes, con gran precipitación y apatía.
La gente no descansa entre palabras cuantiosas
Que se confunden en el bullicio contaminando las esferas del lugar
En aquella estación subterránea.
El ruido del metro se acerca tan presuroso,
colapsando los espacios para subir al siguiente tren que según horario
deberán tomar.
Algunos me miran sin preguntas evidentes,
Más que las delatadas en sus miradas curiosas.
No entienden qué hago detenida en el tiempo imperioso,
describiendo en las notas que apunto en un cuaderno
Las nostalgias que me trae tu reminiscencia cálida de aquella tarde,
Cuando en ese mismo lugar estabas junto a mí,
Hablando sin pausa mayor que la de tus ojos cuando se detenían en los míos.
Muchos vieron con indiferencia la descomunal presencia de estas dos almas,
Bellamente alucinadas entre sí,
escondidas en el silencio evidente de dos amigos,
prudentemente amigos,
secretamente deslumbrados por el hechizo que los emplazaba.
Debías irte contradiciendo tus deseos de permanecer conmigo
Para llevarme a cualquier parte, sin importar con qué excusa.
Todas son validas para amar
El ruido incesante de los carros cargados de personas que van y vienen,
Me recuerdan que antes de irte me besaste la cara
Con la promesa eterna de volver a vernos.
Contuve mis ansias para no abrazarte, ni besar tus labios afanosamente.
Y luego…
Te vi perderte en el gentío inminente con la sensación más bella,
de aquella difícil despedida, pero tan necesaria para recobrar el
rumbo que nos da la vida,
Cada uno en su línea y con dirección propia, marcados por la savia que nos tocó.
Y aunque no pude tocar tus manos complejas y agotadas,
pude sentirte enardecido, con la misma pasión
Que tengo guardada en mis manos para ti…

POR Alexandra E.S.I.