Parecía todo esto una existencia burda, vacía y sin sentido, era la que me llevaba a estar siempre en el mismo lugar, donde el acogedor vacío sonreía tenuemente victorioso, mientras tu mirada, sí, aquella traicionera; se perdía en la fugacidad de los segundos. Mis pasos resonaban al riguroso y constante son de mis latidos; ¿El día terminaba o comenzaba?, preguntabas con cierta incertidumbre, dependía de tus lacios sentidos, adormecidos por la pasión, te respondía con una simple mirada que se perdía en aquel par de esmeraldas; la lluvia se ahogaba en el olvido de mis lamentos y así mi lápiz olvidando escribir borraba cada pensamiento importuno y pernicioso, ¿realmente vivía?¿realmente estábamos aquí?, al borde de la locura, miles de preguntas en un par de cuerpos vacíos, condenados a la ignorancia, a la mendiga de amor y yo condena a colgar de tu cintura. El frió, aquel visitante de cada año, evitaba que me durmiese y a la vez era una invitación constante a emprender vuelo hacia tus brazos, hacia tu tibio pecho, a enredarme entre tus palabras y caricias… |