Me encontraba tranquilamente sentada frente a la computadora haciendo un trabajo cuando llegó mi hermana menor. No se que le pasaría pero estaba molesta.
–Pásame la computadora – me ordenó. No le di importancia.
–Lo estoy ocupando – respondí tranquilamente.
-Tengo que hablar con alguien, pásamelo – volvió a insistir alzando la voz.
-Lo estoy ocupando, espérate – dije mientras abría un libro virtual.
- No! – Gritó – esto es más importante que tu escupid libro.
Como generalmente estaba leyendo en el PC, era obvio pensar que esta no seria la excepción. Sin embargo, su comentario me provocó una punzada de rabia en la cabeza.
- Me da lo mismo que quieras hablar con alguien. Te esperas hasta que termine – le regañé con voz fría.
- Que tú no tengas vida, no significa que me la quites a mí.
Otra puntada en la cabeza. Inconcientemente apreté los puños, sintiendo como estos me hormigueaban. Mi hermana siguió arremetiendo.
- Yo sí tengo vida, tengo amigos y a alguien que me esta esperando en el MSN.
No se cómo mi madre, que dormía en su habitación, no había escuchado nuestra pelea. Mi cabeza ya no daba más. Podría haberme calmado. Podría haber contad hasta diez y relajarme como siempre hacía. Lo habría hecho si ella hubiera parado.
- Vete a tu cueva entupido ratón.
Listo. Estaba hecho. Ya no había vuelta.
Mi hermana, sabedora mi paciencia, se quedó ahí, desafiándome con toda su pequeña existencia. Pero esta vez, se había equivocado.
La rabia que sentía me hervía la sangre, haciéndome ver todo más rojo.
Me levante de la silla girando lentamente hacia ella.
Algo en mi rostro debió advertirle del peligro, después de todo, el instinto es más fuerte que la estupidez. Mientras me acercaba, ella retrocedía. En un momento corrió hacía la habitación de nuestra madre en busca de refugio pero yo la alcancé por el cabello. Con fuerza la jale; ella gritaba de dolor y miedo. Cuando la tuve cerca, le aferre el cabello de la nuca y con todas mis fuerzas la estampé contra la pared de concreto. Un delicioso crack como de huevos al caer me llegó a los oídos. Me relamí los labios de placer. Miré donde el cuerpo de mi, ahora, muerta hermana yacía, empapándose en su sangre.
- Ahora no tienes vida – susurre. Luego, me fui a sentar frente al PC para poder terminar de hacer mi trabajo.
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