Abrí bien los ojos frente al espejo esta mañana. Me paré desnuda frente a mi misma. Mis ojos almendra homicida. Mi venas rojas, mis cejas brujas, morena la melena, pelirrojo mi recuerdo, el pezón coralino, la teta blanca.
Se me hirió la lengua de saborerar mi tristeza reflejada. La piel dormida, recorriendo el ritmo en 4-40 de mi yugular rosada, montañitas plaquetoides bajo mi cuello. Mis huesos y mis venas. Das ist meine blutt. This is my blood.
Esa peca me la heredó mi padre, esa boca lame vergas de una tía mujerzuela, el arco asesino de la ceja ese hombre con el que mi abuela engañó a mi abuelo, la pequeñez la obtuve de las 30 semanas que alcancé a disfrutar mi vientre y mi nido, los colmillos de perra. Abandonada la muy estúpida. Niña milagro de los años 80. No aceptada por las masas.
Me paré de espaldas a mi frente, me paré junto a la virgen de los desolados y no me reconoció la muy bruta. Porque mi desolación se convirtió en furia y me pintó los labios color Reina Mala, me cambió el llanto por risa malintencionada, me disfrazó la horfandad de glamorosa soberbia.
Frente al espejo en la mañana fui la que todos querían, modosita y pefecta, lisa y triangulada, inocua y deliciosa.

me paré frente al espejo esta mañana, Dios mío, soy igual a mi madre... Y mi madre es tan perra...