Después de escuchar el último álbum de un artista de los que más prefiero, estuve pensando en la popularidad radial –efímera, en todos los casos- y en cómo estas canciones pueden identificar un lugar, un recuerdo, una mueca…
Por consiguiente, existe una tendencia a identificar a las personas que se quiere con ciertas canciones o con ciertos artistas; que esta canción fue la que sonó cuando nos dimos un beso, que esta me la dedicó un día en un bus, que cuando estaba borracho me llamó y me puso esta u otra al teléfono, que cuando discutimos yo cantaba esta…
Ahora bien, es importante resaltar cómo las canciones han marcado -por ponerlo de alguna forma- a las personas; puesto que se suele coincidir con las canciones y la persona durante cierto tiempo; la persona aparece, la canción suena, la persona se va, y la canción continúa, la persona da más sentido a determinada canción, y esta última hace a la persona, así que la escuchamos N veces porque deseamos de la misma forma recordar N veces a una – o ciertas- personas. Haga el ejercicio; revise su reproductor musical y respóndase; Cuántas personas y recuerdos caben ahí?
Entonces, cuando ya no se quiere o se desvanece la importancia de aquella persona, esos temas que otrora fueron recuerdos agradables, nos llenan de cierto hastío y cierta displicencia teniendo como resultado el aborrecimiento total, parcial o temporal de ciertos temas musicales y algunos artistas.
Concibo, -en ciertos casos- una dedicatoria como un acto vil de holgazanería romántica, socarrona y corta de recursos. Sí, y es que no puede haber canción de moda en emisora que no sea dedicada una y otra vez, que no sea desgastada, y puesta hasta en los celulares como ringtones. Esto no quiere decir que todos los lanzamientos sean de mala calidad; a lo que me refiero es a la pandemia inagotable de dedicatorias en la radio que rebajan la calidad de un buen artista.
|