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Inicio / Cuenteros Locales / amaranta55 / El repartidor de volantes

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Lo vi hoy en la entrada de un centro comercial frente a la oficina donde yo trabajo. Una mañana radiante, moderadamente atestada de inquietos transeúntes de aquellos que van y vienen qué sé yo para dónde; personajitos boquiabiertos que se detienen a ver los dos o tres nuevos artículos que presentan muy de vez en cuando las pocas tiendas que salpican de comercio mi pueblo.
Bien, era él un joven, por ahí de 23 años. Alegre, a la expectativa, mirando hacia la plaza principal, descubriendo en la gélida mirada de los coterráneos, la disposición de estos para recibir aquellos papelitos color amarillo y blanco con un incitante mensaje en letras negras. Él, un rato inmóvil, otro rato pie derecho en la pared, recostando su espalda en la puerta del centro comercial. Yo, en mi escritorio, o con un café en la mano, pero disimuladamente intrigado por el mensaje que el muchacho de los volantes en su bolsillo y en sus manos entregaba.
Él, diez, quince minutos o probablemente horas, haciendo eso; yo desde mi bureau, o al lado de ese mueble donde guardo pálidas carpetas de cartón azules, tratando de descifrar lo que todos aquellos inexpresivos peatones leían, - y muchos otros ignoraban- mientras me inquietaba aún más el estar yo ahí; inexcusablemente atrapado en una oficina con las ridículas ansias de saber aquello que a lo mejor ni me interesaba.
Fui a la cocina, serví un café y olvidé el azúcar; pero qué importaba un café sin azúcar si ya casi iba a ser medio día, me iría de allí pronto, y apenas pusiera un pie en la calle, derechito irían mis manos en busca de uno de esos papeles que justo entonces dejaba de existir en las manos del repartidor.
Mi evidente frustración me ofuscó reprochándome en silencio mi infante actitud hacia tan trivial y ordinaria situación; yo creo que era estrés, pero no pude pensar en más que ese mensaje. Salí, dirigiéndome hacia él; pero unas manos en mis ojos me impidieron llegar allí. Hooooola! -Alguien dijo- Era mi novia de la universidad, la primera traga! con la que siempre quise todo y al final terminamos en ninguna parte. No podía decirle que me dirigía allí.. .eh... -qué milagro! Nos tomamos un café?? Sí, por qué no, tenemos muchas cosas que contarnos, estas muy linda, oye.. .-en- serio. No has cambiado en nada. Y allá atrás quedo el repartidor y el mensaje.
Aunque ahora que estoy en la cama de un motel y ella se ha ido, vuelvo a pensar en el repartidor de volantes.

Texto agregado el 17-06-2010, y leído por 209 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
29-07-2010 Muy bueno,... mantiene bien la atención hasta el final. calaf
19-06-2010 Amaranta, me dejaste sin palabras, toy de pie aplaudiendo tu texto, es sensacional, has manejado muy bien tu trama, felicitaciones, los compañeros ya dijeron todo******* JAGOMEZ
18-06-2010 Siembras la inquietud y la interrogante en el lector. Quién por una especie de ósmosis, coincide con la voz que relata. Buen efecto de una pluma viva!!!. Te felicito. peco
17-06-2010 Me gustó el juego de situaciones, como una historia enlaza con la otra, y un asunto trivial, como saber que dice en un volante, se vuelve obsesivo y reemplaza en importancia a la segunda historia, que es nada menos que un encuentro amoroso que finalmente no puede, o no quiere, ser relevante. Anazul
17-06-2010 ¡Wow qué relato! ¡Buenisimo! jonathanc
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