(Relato presentado en Experiemental Nº 10)
Dachau. Baviera. 25 de abril de 1945.
Estimado Carlos.
Me parece increíble poder estar escribiéndole en estas condiciones y seré breve porque la fiebre no me deja desde hace unos días. No queda mucho tiempo en este lugar para nosotros y tampoco para mí sin saber nada de mi Sara, si es que sigue viva en el pabellón de mujeres.
Mis preguntas siempre son las mismas. Si ella se salvará, si sobrevivirá a este tormento y llegará la libertad para nosotros. Qué será de mi pobre patria o lo que quede de ella.
Como las otras veces, dejo esta carta en la extraña hendidura luminosa que apareció en el rincón de la letrina, donde encontré su primera carta, aquella que nos vinculó.
Afectuosamente.
Hannes Bauer
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Cruz de Piedra. Mendoza. Junio de 2010.
Estimado Hannes.
Sólo puedo pedirle que resista, porque está llegando el final para esos animales. Primero serán los campos y ciudades alejados de Berlin y finalmente el asalto a la capital.
Su situación tal vez sea beneficiosa porque llegarán primero a las ciudades menores.
Su país no será el mismo durante los próximos años y quedará dividido por los mismos vencedores de la guerra. No vale la pena que le diga en cual mitad quedará su pueblo. Sí puedo decirle que lamentablemente, pagará muy caro el precio de haber sido el nido del odio.
Llegarán a Dachau el 29 de abril, resista que queda poco. Estoy seguro que usted y Sara podrán reencontrarse.
Dejo esta carta en el bajo de mi escalera del sótano que es su hendidura en el rincón de la letrina. Espero que cuando todo pase, podamos discutir sobre este curioso atajo entre el espacio y el tiempo, para hablar más distendidos y contarle del mundo que le espera.
Como siempre, con afecto y toda mi fuerza.
Carlos Zanetti.
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Dachau. Baviera. 5 de mayo de 1945.
Amigo Carlos.
Tal y como lo dijo en sus cartas, primero fueron los campos y finalmente Berlín.
Por nosotros llegaron el 29 de abril, en la mañana de primavera más hermosa que recordaré en toda mi vida.
Junto con esta carta le envío todo lo que escribí para mi Hannes y no pude entregarle. Usted sabrá hablar por nosotros y seguir contando lo que no se sabe.
Notará usted que esperé ansiosamente reencontrarlo, pero se lo llevó el tifus dos días antes de la liberación por los aliados.
Leí cuidadosamente todas sus cartas y busqué en secreto la hendidura en la letrina para dejarle esta última remesa de sus cosas. En ambos extremos de esta historia, hicimos lo que pudimos; nosotros resistiendo y usted rastreando en el pasado nuestro destino.
No creo volver a escribirle y no creo poder tener el coraje de entrar de nuevo a este campo, pero sí le aseguro algo. Nunca podré olvidar las cartas de aliento que le mandó a mi esposo y que lo mantuvieron con vida cuanto pudo.
Desde este lugar y tiempo tan lejanos y tan próximos, como decía Hannes; le mando un abrazo fraterno.
Sara Bauer
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