Cuando se cierran las puertas del día
Y las estridencias abandonan el campo de batalla
Cuando los perros se recuestan bajo los pórticos
A soñar sus sueños tormentosos
Y el viento y la madera murmuran sus enigmas
Confiados en que nadie los escucha
Las agonizantes almas subterráneas, sepulcrales
Se visten de luto y salen como emanaciones plañideras
A danzar sus bailes tristes y a revelar sus cuerpos deformes
Enjutos de dolor acumulado, pálidos de ingrata podredumbre

Estas vidas muertas endemoniadas y febriles
Siembran los suelos de un sudor negro
Impregnan de lamentos las calles solitarias
Y en medio de este incesante trajín lúgubre
De espectros cuyo fin es mostrar sus trajes raídos y sus huesos
La noche espesa abraza como novia despechada
Sollozos insomnes y taciturnos gemidos

Y llegado el clímax de la espeluznante orgía
Explosiona el fondo abisal con feroces gritos
Esparciendo intestinos malolientes sobre los tejados
Una lluvia atroz de agusanados miembros
Cae como fuegos de artificio
Y ameniza el gran festín de calaveras y despojos

Dionisiaco tumulto de rumores funerarios
Canto del silencio, vapor de cementerios
Sombras de murciélagos, miradas torturadas
Ecos de campanas, edificios arruinados
Máscaras abandonadas en baúles húmedos y centenarios
Recitan sus aterradores versos macabros
Y esqueléticos dedos brujeriles
tejen en los sótanos, con hilos de sangre
La bandera siniestra
Que flamea en cada ventana de este pueblo encantado.