I
Esa paz, esa tranquilidad de espíritu tan ansiosamente esperada, que se presenta de súbito. La observo como de reojo. La siento precaria, y pienso en otra cosa. ¡Que no se sienta descubierta, que sé que ha llegado!
Ahora, ella me impulsa blandamente hacia la autosatisfacción, y yo le obedezco sin objeciones. Me lleva hacia el justo medio. Ni mucho de esto, ni mucho de aquello. Me ordena tomar las cosas con mesura. Y lo primero que debo hacer es medir mi tiempo. Parecería que el hecho de perderlo (así llama ella a mi estado contemplativo) es lo que impide alcanzar una realización. Dedicarse a una saludable tendencia X, y a una positiva inclinación X’. Tener más de dos es perderse irremisiblemente. Satisfacer entonces a ambas en lo posible, y dentro de ese tiempo disponible. También aceptar la propia limitación y emplearla como estímulo para superarse (utiliza esta palabra hasta la embriaguez). Hay que deleitarse con ella, pero no como el bebé con el seno materno. No hay que atraparla con ambas manos, para luego chupar con fuerza voraz de sus pezones. Tampoco deben tragarse sus frutos con angurrienta glotonería, porque luego vienen los regüeldos, las regurgitaciones y los vómitos, ineludibles consecuencias del apasionamiento, enemigo número uno de esa paz. Deberán, entonces, evitarse las manifestaciones instintivas y los actos espontáneos. Manejarse sólo con la educación, la que, con sus complicados reflejos condicionados, se encarga de moldearlos o disimularlos...Porque la educación es algo así como la secretaria privada de esa paz que he ansiado tanto y que hoy está conmigo. Gracias a ella, ahora estoy situado en el medio de las cosas, en la tierra de nadie. Entre mis dos brazos, entre mis dos piernas, entre mis dos orejas, entre las sábanas de la cama, entre las paredes del cuarto. Entre el sí y el no, entre el blanco y el negro...
Y de puro meditar, he quedado solo otra vez. Esa paz se ha ido. Siento su ausencia en mis vísceras El vacío me abarca ahora, con una enorme y oscura boca. Percibía precaria a esa paz, y no me equivocaba.
Pero, afortunadamente, luego de un breve paréntesis aterrador, he abandonado con agilidad la tierra de nadie. Ya no estoy entre las cosas; estoy en las cosas. Ya no estoy entre el sí y el no. Ahora soy ambos, indistintamente. Esta sensación, que brota espontáneamente, me inclina a considerar a la anterior como una vulgar impostora. Ahora debo preservar ésta, cuidarla, impedir que se vaya. Para ello, la seguiré ciegamente, aunque me lleve hacia el justo medio de las cosas. Aunque me enseñe a ver la realidad asépticamente. Aunque me obligue a medir mi tiempo...
II
La paz sea con vosotros- despide el cura a sus feligreses, finalizando la misa. Pero esa pax animi no llega por el simple hecho de que se la emplace. Tiene otros prerrequisitos para tomar forma en el interior de quien la desea y luego la invoca. Necesita canales especiales y exclusivos para circular, pues tan rápido como llega se va. Y necesita un sitio adecuado donde guarecerse. Necesita provocar resonancia, reverberación, o sea reciprocidad. Necesita tiempo para ambientarse, para sentirse “como en su casa”. Necesita eliminar interferencias. Necesita un campo de acción adecuado hacia donde impulsar sus designios, ya que es dinámica, y la inercia la hace desaparecer, como un copo de nieve al contacto con el calor de la mano. A medida que su influjo y su accionar son percibidos por el sujeto en cuestión, forma una amalgama con las pulsiones vitales de éste, y unifica pensamientos con sentimientos, dando lugar a los pensentimientos, que permiten al individuo analizar la calidad de las sensaciones y sentir el flujo de ideas que va dando forma al pensamiento.
Esa paz plantea al sujeto un modus operandi diferente, donde son templadas las tensiones vegetativas, las urgencias viscerales, y las mismas pasan a integrar, en armonía con las otras áreas del sujeto, esa segunda naturaleza que posibilita, tiende un puente, canaliza un lento y firme transitar “paso a paso”, que no por medido pierde intensidad, hacia una nueva dimensión que al permitir ser “estirada” en el tiempo, en ese único tiempo que es el presente, transforma el punto en una línea, la línea en un plano, el plano en un cuerpo, el cuerpo en una sede, en la sede de esa paz que finalmente todo lo ocupa...
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