¿ Por qué aceptamos a menudo la compañía de gente desagradable, o envidiosa o con actitudes déspotas o hirientes, ,en fin ,gente de la cual no disfrutamos plenamente,pero que sin embargo elegimos para "acompañarnos"?
¿Será para evitar la soledad. Para no tener que enfrentarnos cara a cara con nosotros mismos?
Aterroriza la idea de pasar por éste mundo sin nadie que de cuenta de nuestra existencia .
El otro, sea lo que sea, está ahí. Lo imaginamos como nuestro biógrafo , como nuestro narrador ,como aquel que contará nuestra historia y nos recordará.
Imaginemos una existencia silenciosa, sin nadie que nos llame por nuestro nombre, para avisarnos que está lista la comida, o para cuestionarnos nuestras elecciones, insultarnos, etc.
Lo que mata , aparentemente, más que la humedad, es la indiferencia absoluta de los congéneres.
Joaquín Sabina se queja en su tema "Con la frente marchita" cantando:"...Y ya nadie me escribe diciendo no consigo olvidarte , ojala que estuvieras conmigo en El Río de la Plata..."
En donde -interpreto- El Rio de La Plata representa la eterna indiferencia de la naturaleza al transcurrir humano, o como diría el cineasta sueco Ingmar Bergman :"El silencio de Dios".
El otro rompe ese silencio y al considerarnos (de la manera que sea) dedica él una parte de su efímera vida a posar su mirada sobre nosotros. |