Breve antología
Concha Urquiza
Job
Él fue quien vino en soledad callada,
y moviendo sus huestes al acecho
puso lazo a mis pies, fuego a mi techo
y cercó mi ciudad amurallada.
Como lluvia en el monte desatada
sus saetas bajaron a mi pecho;
Él mató los amores en mi lecho
y cubrió de tinieblas mi morada.
Trocó la blanda risa en triste duelo,
convirtió los deleites en despojos,
ensordeció mi voz, ligó mi vuelo,
hirió la tierra, la ciñó de abrojos,
y no dejó encendida bajo el cielo
más que la oscura lumbre de sus ojos.
(1937)
De
“Jesús llamado el Cristo”
IV
Entre el cobarde impulso de olvidarte
y el doloroso afán de poseerte,
el corazón vacila de tal suerte
que ya no sabe huirte ni buscarte.
Conozco que he nacido para amarte,
que dejarte de amar sería muerte,
y más quiero perderme con perderte
que mi torpe placer sacrificarte.
Mas, ¿qué mucho, mi Dios, si me quisiste
de contrarios principios engendrada?
cielo y tierra es el ser que tú me diste;
y cuando busca el cielo su morada
primera, y va a subir, se le resiste
la tierra, de la tierra enamorada.
(1939)
De
“Cinco sonetos en torno
a un tema erótico”
5
Del ser que alienta y del color que brilla
me separa tu cálida presencia,
clausurando el sentido en la vehemencia
de una noche sin fondo y sin orilla.
En ella mi tortuosa pesadilla
te confiere su trágica opulencia,
y tórnaste inmortal como una esencia
siendo que eres trivial como una arcilla.
Te he engendrado en mi lumbre y mi universo,
en tu forma plural he proyectado
la queja vaga y el afán disperso.
Dudando está el espíritu sitiado
si eres mi sangre disculpada en verso
o mi dolor en carne figurado.
(1943)
Nox
I
Un soñar con el pálido ramaje
y las llanuras donde cuaja el trigo,
un aspirar a soledad contigo
por los húmidos valles y el boscaje;
un buscar la región honda y salvaje,
un desear poseerte sin testigo,
un abrazado afán de estar contigo
viendo tu faz en interior paisaje:
tal fue mi juventud más verdadera;
en el clima ideal de tu dulzura
maduró mi divina primavera;
y tuve mi esperanza tan segura,
como que en la hermosura pasajera
se me entregaba, intacta, Tu hermosura.
II
¿Cómo perdí en estériles acasos,
aquella imagen cálida y madura
que me dio de sí misma la natura
implicada en Tu voz y en Tus abrazos?
Ni siquiera el susurro de Tus pasos,
ya nada dentro el corazón perdura;
te has tornado un “Tal vez” en mi negrura
y vaciado del ser entre mis brazos.
Universo sin puntos cardinales,
Negro viento del Génesis suplanta
aquel rubio ondear de los trigales.
Y un vértigo de sombras se levanta
Allí donde Tus ángeles raudales
Tal vez posaron la serena planta.
(1945) |